A Los Mellis les echan el cierre
Agentes de la comisaría de Vallecas detienen a seis traficantes de droga que operaban en Las Barranquillas
Las Barranquillas, el vertedero de la droga, el fantasmagórico hipermercado ubicado en la carretera que va de Villaverde a Vicálvaro, y al que acuden cada día 4.000 toxicómanos, tiene desde ayer un negocio menos. Agentes del Módulo Integral de Proximidad (MIP) II de la comisaría de Villa de Vallecas han detenido a seis personas acusadas de tráfico de estupefacientes y se han incautado de 2.800 dosis de cocaína y 880 de heroína. A Los Mellis, seudónimo del matrimonio que regentaba -con un férreo sistema de seguridad digno de una sucursal bancaria- uno de los más prósperos puntos de venta, les han cerrado la tienda.
Los detenidos son Lucila R. J., de 29 años, y su esposo, Manuel F. F., de 31. La operación policial ha sido compleja porque Los Mellis no dejaban nada al azar. Un sobrino de la pareja, menor de edad, realizaba funciones de vigilante a la entrada del poblado. Desde allí controlaba a los visitantes y ofrecía la mercancía a los clientes que acuden a ponerse la dosis diaria para poder mantenerse en pie. Era uno más de las decenas de chavales que vocean la droga disponible, como en cualquier mercado que se precie. El resto del personal de Los Mellis lo componían tres machacas: Francisco P. S., de 35 años; su mujer, Concepción S. G., de 36, y Juan Carlos M. R., de 26. Los machacas, en la jerga del poblado, son los drogodependientes más enganchados y sin medios económicos, que tienen que pagarse la chuta diaria trabajando para los camellos.
En la chabola había siempre encendida una estufa para quemar la droga en caso de registro
El matrimonio de traficantes, que ya había sido detenido anteriormente, había convertido su chabola en una cámara acorazada. Mantenían a uno de los machacas a la entrada del poblado para dar el agua, es decir, alertar de la posible presencia de policías. Además, habían colocado dos puertas para acceder a la chabola. Los clientes tenían que atravesar primero un enrejado metálico para acceder a un sórdido patio. Allí, tras una puerta metálica con un ventanillo, un segundo machaca se cercioraba de que era gente conocida a quien se abría la puerta de la casucha.
Por si todo fallaba, en la chabola había siempre una estufa permanentemente encendida para quemar la droga en caso de registro policial.
El fortín de Los Mellis era uno de los puntos de venta más visitados por los toxicómanos, según pudieron comprobar los agentes de la comisaría vallecana mediante un dispositivo de vigilancia. Tras realizar varias incautaciones a los compradores que salían de la chabola, los agentes solicitaron un mandamiento de entrada y registro para la vivienda. Pero no era suficiente. Una vez obtenida la luz verde para la operación, varios agentes se disfrazaron de machacas y se metieron en el poblado. La treta resultó. La red de vigilancia de Los Mellis falló y los agentes lograron que los machacas les franquearan la puerta. El matrimonio de camellos no tuvo tiempo de usar la estufa y hacer desaparecer la mercancía. Sin tiempo para reaccionar, fueron reducidos y detenidos.
En el interior de la chabola, los agentes se incautaron de una bolsa con 87 gramos de heroína, 178 de cocaína, una báscula de precisión y otros enseres para la venta de estupefacientes al menudeo. En una caja fuerte había otros 100 gramos de coca. Además, la policía se llevó la recaudación del mes: 150.000 pesetas en monedas de 100, y 600.000 pesetas en billetes de 1.000. la candidad incautada demuestra que el de Los Mellis era un negocio bien gestionado: los ingresos medios de un punto de venta en Las Barranquillas rondan las 450.000 pesetas, según un informe elaborado por los propios agentes de la comisaría de Vallecas. A excepción del menor de edad, todos los detenidos cuentan con antecedentes policiales por tráfico de estupefacientes y por delitos contra la propiedad. Todos ellos han pasado ya a disposición judicial.
A Los Mellis les han echado el cierre. Pero es sólo una empresa menos en un siniestro negocio del que viven 800 personas repartidas en 200 familias y con un mercado de 13.000 fieles clientes.

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