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Elecciones en el País Vasco
Columna
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Silencio, se vota

La atmósfera del fin de campaña rezuma agotamiento y vértigo. Pero, sobre todo, incertidumbre. Se hace necesario repetir, aunque se haya convertido ya en lugar común, que todo puede ocurrir cuando las urnas desvelen mañana su veredicto. Incluso algo que se hacía difícil de imaginar hasta hace muy poco: que el PNV se viera desplazado del Gobierno vasco. Es esta posibilidad inédita la que impregna de excepcionalidad a la convocatoria electoral y entreabre escenarios que cuesta suponer. Sin embargo, aun en el caso de que la alternancia no fuera factible por la aritmética electoral, la visualización de su posibilidad define la terminación de una etapa en Euskadi.

Las urnas, con su incierto veredicto, van a obligar a la política vasca a posarse sobre la realidad de sus habitantes, sus territorios y sus instituciones (las reales, no las virtuales). Se acabó el sueño de que el fin del terrorismo podía obrar como un pestillo mágico para entrar en espacios de soberanía que no han sido previa y claramente propuestos a los ciudadanos. En las elecciones de 1998, iluminadas por el eclipsamiento táctico de ETA, la sociedad vasca ya manifestó que concibe la paz como ausencia de violencia, no como un bien por el que deba pagar rescate. Y no parece que la brutal ofensiva de terror desatada en el último año y medio haya alterado ese criterio; más bien al contrario.

'La movilización social verdaderamente útil es el voto. En eso sí confío, y más esta vez'

El escrutinio electoral, sea cual sea, va a poner el suelo sobre el que tendrá que caminar la política vasca a partir de mañana, quebrando anteriores mitos e inercias. Este principio de realidad va a obligar principalmente al PNV, la formación que ha gozado de la prima de no ser imaginada sino en el Gobierno. Al perder su centralidad en la excursión a Lizarra, el partido de Arzalluz se ha situado en una tesitura a la que no estaba acostumbrado. Hasta ahora, todas sus apuestas tenían premio asegurado; la única duda era si sería sencillo o doble (la paz y la soberanía, por ejemplo). A partir de aquí tendrá que elegir, a sabiendas de que optar por conseguir una cosa implica renunciar a otra.

Desvanecidos los forzados entusiasmos de los mítines, los candidatos se asoman al fondo de la urna y el cristal sólo les devuelve ansiedad y duda. Al día de hoy, lo único seguro es lo obvio: que será complicado formar gobierno, que será inevitable reanudar las líneas de relación política y (sobre todo) personal entre los partidos nacionalistas y no nacionalistas cortadas durante casi tres años, y que será imprescindible retroceder a antiguos consensos para hacer frente a la ofensiva declarada por ETA contra la libertad y la convivencia democráticas. Todo lo demás queda velado hasta el momento en que, soberanamente, los ciudadanos vascos decidan.

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