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Columna
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Reconquista

Entre el espacio electoral que va desde el 18 de julio al primer síntoma de socialdemocracia ya apenas se interponen el Partido Nacionalista Vasco y Convergència i Unió. El resto es territorio conquistado por el Partido Popular. Desde su llegada a la Moncloa en 1996, ha ido desplegando una estrategia de absorción en las fisuras de todos los grupos y grumos con entidad electoral que podían establecer algún tipo de competencia en ese recinto político, hasta convertirlos en carne de su carne con imaginativas fórmulas que casi siempre confluyen en la nómina de los interesados. Sólo la derecha vasca y la catalana han podido repeler este acoso hasta este momento desde el control de las instituciones autonómicas, en virtud de su singularidad territorial, de la solidez de sus siglas y su trayectoria democrática. Ahora, con la confusión derivada del estado de terror implantado por ETA y su propio empecinamiento en negar la existencia de un conflicto (contra el que se han estrellado la dictadura y la democracia, el centro, la izquierda y la derecha), el PP también ha encontrado una brecha para comerle el suelo al PNV por debajo de los pies, a lo que está contribuyendo el encastillamiento de este partido y la inmolación por solapamiento de los socialistas en esa circunscripción. El resultado estará mañana en el vientre de las urnas, pero quizá sólo se trate de un dato frío para la estadística de una batalla, porque el PP ya ha logrado que su aliento de criminalización haya impregnado al nacionalismo democrático en muchos cerebros, y acaso ésa sea la guerra. Después del 13 de mayo, o en todo caso después de sustanciarse el pacto entre José María Aznar y José Luis Rodríguez Zapatero, con la depuración de la Ertzaintza y la desactivación del actual sistema educativo vasco, el objetivo del PP no es otro que Cataluña con la confrontación lingüística de fondo. Sólo así, con un control total sobre el espectro sociológico y sin que la retaguardia tenga al alcance otras opciones electorales que el PP, es posible profundizar en las políticas sociales para merendarle el hueco al PSOE y lograr una papilla uniforme en lo ideológico y en lo territorial. Don Pelayo nunca se fue.

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