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Reportaje:

El riesgo del 'imperio móvil' de Vodafone

La frenética carrera de compras deja en las arcas de la operadora una deuda de 2,7 billones

Vodafone no sólo es el líder mundial de la telefonía móvil, también es la mayor compañía compradora del planeta. En los últimos cuatro años se ha gastado casi 60 billones de pesetas y los analistas se preguntan si, en un futuro, seguirá siendo inmune al riesgo.

Todo el mundo habla de la multibillonaria deuda de BT, que ha llevado al ex monopolio británico a poner en venta hasta su sede central en Londres para evitar la bancarrota, o de la que atenaza a otras operadoras como Deutsche Telekom o France Télécom.

Curiosamente, nadie habla del riesgo financiero de Vodafone, que, a contracorriente, no sólo no vende, sino que se permite el lujo de salir de compras cuando más arrecia la crisis, con las cotizaciones de los valores tecnológicos por los suelos, para engrandecer aún más un imperio que alcanza a más de 83 millones de abonados en 28 países, desde EE UU hasta Fiji. Según el balance de Vodafone, a 31 de marzo pasado acumulaba una deuda neta de 6.643 millones de libras (más de 1,8 billones de pesetas), aunque incluyendo las últimas operaciones y consolidando a sus participadas, se estima que la deuda alcanza los 2,7 billones de pesetas. ¿Cómo puede mantenerse en esos niveles una empresa que en poco más de un año ha realizado compras como la del conglomerado alemán industrial Mannesmann por 28 billones de pesetas?

La explicación más sencilla es que Vodafone compra con papelitos, es decir, cambia sus acciones por títulos de las empresas adquiridas evitando cualquier desembolso en metálico. Así financió la compra de Mannesmann y otras grandes operaciones realizadas el pasado año, como la toma de control del operador irlandés Eircell por 750. 000 millones de pesetas. La revalorización bursátil de la compañía, que alcanzó los 57 billones de pesetas en marzo de 2000, fue clave a la hora de pagar jugosas primas a los accionistas de las empresas adquiridas.

No obstante, a veces Vodafone no ha tenido más remedio que rascarse el bolsillo y pagar en metálico sus adquisiciones como sucedió la pasada semana, cuando compró a BT el 17,8% de Airtel y el 20% de Japan Telecom por 4.800 millones de libras (1,28 billones de pesetas), o cuando tomó una participación mayoritaria en la mexicana Iusacell en enero pasado por 170.000 millones de pesetas. En esos casos, Vodafone no duda en recurrir a la emisión de nuevas acciones como sucedió el miércoles pasado, en el que la compañía que preside Chris Gent logró colocar en unas horas 940.000 millones de pesetas.

Además, Gent y su equipo financiero son expertos en revender, cobrando en efectivo y con generosas plusvalías, las empresas que no entran en sus planes de negocio, centrado sólo en el móvil o aquellas de las que le obligan a deprenderse por cuestiones de competencia. Así sucedió con la venta de la italiana Infostrada a Enel por dos billones de pesetas o la de Orange por 6,6 billones a France Télécom.

Pero Vodafone no está exenta de riesgos. El primero de ellos viene precisamente de su fiebre compradora. Paga con acciones, pero su capitalización bursátil ha caído a casi la mitad en el último año y ahora ni siquiera alcanza los 38 billones de pesetas. Además, debe asumir la deuda de las empresas que compra, que, por ejemplo, sólo en el caso de J-Phone, la filial de móviles de Japan Telecom de la que acaba de tomar hasta el 46% de su capital, supera los 1,8 billones de pesetas.

'Consideramos que el riesgo de Vodafone es relativamente alto, ya que el grupo prevé continuar su expansión global en la telefonía móvil', explica Peter Kernan, analista de Standard & Poor's. 'Sin embargo, tenemos confianza en que continúe gestionando el negocio de una forma acorde con su actual rating', añade. 'Uno de los pocos riesgos que corre Vodafone depende de que logre integrar con éxito sus negocios', añade Carlos Wizer, de Moody's. 'Pero los puntos positivos de su estrategia son mucho más relevantes que ese riego'.

Quizás el principal riesgo llegue bajo las siglas UMTS , la telefonía de tercera generación cuya viabilidad comercial a medio plazo se está poniendo en duda. Vodafone ha pagado 1,6 y 1,4 billones de pesetas por sendas licencias en el Reino Unido y en Alemania. No sólo eso. Para desplegar las nuevas redes deberá afrontar costosísimas inversiones que, según las estimaciones de Moody's, se elevan a más de 500.000 millones de pesetas por cada mercado en los próximos cinco años.

Unas cifras envidiables frente a la competencia

Vodafone tiene unas magnitudes envidiables frente a su competencia. En cuestión de riesgo, la comparación con los principales operadores de telefonía fija y móvil siempre se resuelve a su favor. Pese a que la crisis ha forzado 140 revisiones a la baja los rating de créditos de las grandes empresas de telecomunicaciones, ha dejado invariable el de la multinacional británica. Pese al bajón bursátil, Vodafone duplica en capitalización a los ex monopolios de los países más importantes como Deutsche Telekom (DT), France Télécom (FT) o Telefónica, y está a años luz de la de sus perseguidoras de móviles como Telecom Italia Mobile (TIM) o Telefónica Móviles. Pese a su tamaño y su presencia en 28 países, su deuda financiera no sólo es menor en términos absolutos que la de sus competidores, sino también en términos relativos, respecto a otras magnitudes como su capitalización o su beneficio bruto operativo. Algunos analistas critican ciertas manías contables de Vodafone para explicar el optimismo de estas cifras oficiales, como que pormenorice el impacto de cada una de sus participadas en la deuda total del grupo. La compañía alega que prefiere dar un panorama global a dar cifras fragmentadas que ofrecerían una imagen distorsionada, según dice, de su verdadera posición en el mercado.

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