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Columna
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Agentes sociales

Ahora es el diálogo, la negociación, entre los agentes sociales, que queda como más galano, el capital y el Gobierno. Entonces eran la crispación y la embestida entre el proletariado y la burguesía, los matones de la burguesía, reclutados en la agencia Pinkerton, y los agentes del orden público. En 1886, el orden público de Chicago lo recitaba la poderosa industria de maquinaria agrícola McCormick, que le pasaba una pasta al ministerio público, para amañar los testimonios y escenificar una parodia de juicio contra la clase obrera; y a los jueces domésticos, que pasaportaron a la horca a cinco de los ocho acusados; y al Chicago Times, que lo anunció con un slogan de escalofrío: 'La prisión y los trabajos forzados son la única solución posible a la cuestión social'. Pero al tribunal aún le pareció poco, y dictó sentencias capitales y anotó en su expediente la inauguración del martirologio de un Primero de Mayo, de genuino sabor americano, con un punto de inmigrantes alemanes, italianos, holandeses. Cuando en 1890, el Primero de Mayo se proclamó internacional en el congreso de París, y exigió la jornada de ocho horas, hubo de todo: en Valencia, donde se plantaron en la calle el domingo 4 de mayo, se repartió estopa a mansalva y se las pelaron a zancadas. El Día del Trabajo de 2001 también Joan Sifre y Rafael Recuenco, y todos los manifestantes, incluyendo políticos en acción, hicieron el itinerario a paso ligero: una meteorología adversa y vigilante relevó a los de la cachiporra de 111 años atrás. Las diferencias entre CC OO y UGT aunque se empaparon, no se espolsaron en la estrado, y el chubasquero les tapó esa ostentación de Madrid, entre un Fidalgo y un Méndez, con un par de carabinas entre ambos, y sin mirarse a los ojos, como aquellos noviazgos de canapé y color sepia.

En Alicante, los secretarios de las centrales mayoritarias, José de la Casa y Javier Cabo, encabezaron una multitudinaria manifestación, entre 5.000 y 10.000 personas de acuerdo con la aritmética de las conveniencias de la Policía Local y de los organizadores. En sus parlamentos coincidieron en rechazar una reforma laboral chapucera y regresiva, en denunciar los contratos precarios, la Ley de Extranjería, la intolerable siniestralidad laboral, la situación de los inmigrantes y la ruina de la enseñanza pública. En 1890, el primer Primero de Mayo, los alicantinos sí lo celebraron el día uno, y al final de la manifestación, hablaron a los asistentes un tipógrafo corresponsal de El Socialista y otro compañero. Un diario de entonces escribió: 'Los oradores hablaron en dialecto del país'. Cómo le daban al encaje de bolillos aquellos sagaces gacetilleros.

Las tensiones entre ambos sindicatos eran visibles: está por deshojar lo de la reforma de las pensiones pactada por el Gobierno y CC OO., y lo de la propuesta de huelga general de la UGT. Pero se enfatizaba en la voluntad de restañar la unidad de acción. La unidad de acción sindical es un instrumento necesario para pararle los pies al Gobierno, sin renunciar a la negociación, pero sin ceder un ápice de las conquistas sociales, logradas en algo más de un siglo. Diferencias y discrepancias, las ha habido siempre. Las hubo en Chicago y en París, cuando en lugar de agentes sociales eran aún obreros que defendían sus derechos y sus salarios a uñadas, y que se apretaban, sin una sola grieta, frente a la saciedad del capital. Aquellas gentes iban ligeras de burocracia y no se dejaban encandilar por los eufemismos ni por las grandes superficies. Eran otros tiempos, y preservaban, con orgullo, su conciencia de clase.

En Valencia, en Elche, en Castellón, en Alicante, este Primero de Mayo ha mostrado imágenes que evocaban otras épocas: los inmigrantes peleando sin tregua y la resistencia de los de Sintel. El Primero de Mayo se crecía en la combatividad y la solidaridad obrera e internacional, de unos y otros. Algo que acredita la mejor ley de estos cortejos.

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