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Reportaje:LUIS OLMOS | DIRECTOR TEATRAL

'El verdugo' triunfará siempre por su sentido del humor'

Jesús Ruiz Mantilla

Aquel comedor con bombilla desnuda sobre la mesa en el que José Isbert y Emma Penella discutían sobre el honor, podría ser el de cualquier casa del barrio de Tetuán de Madrid en el que Luis Olmos se crió. Por eso, el director de la versión teatral de El verdugo ve tantas cosas suyas en esa obra cumbre del arte español, que llevaron al cine en 1962 Luis García Berlanga y Rafael Azcona. 'Es que no es sólo un alegato contra la pena de muerte, es que detrás esconde muchas cosas, sobre todo la pérdida de la dignidad, cómo poco a poco vamos hipotecando nuestras vidas y haciendo cualquier cosa por salvar el piso, los gastos de los niños, el coche', dice este hombre discreto, de tono bajo de voz y pelo rojo.

'Echo en falta riesgo en el teatro público. La sala Olympia está derruida y en el CDN hay polillas'

Luis Olmos, a sus 49 años, es ese director de teatro de labor callada pero constante, cuyo nombre no le suena a mucha gente de fuera de su círculo, pese a que ha cumplido 30 años en la profesión. Lleva a gala ser incapaz de postularse como divo de la dirección escénica. 'Muchos me dicen que debería montar más números para promocionar mis trabajos, pero yo no puedo', dice.

Ya que se confiesa tímido y discreto para salir en la foto a cualquier precio y vender el pescado, a lo mejor los siete premios Max de teatro que se llevó en la última gala de estos galardones, equivalentes a los Goya pero en teatro, pueden ayudarle a que le dejen seguir, según él, 'sobreviviendo con esta profesión, que ya es mucho'. Al septeto de maxes, entre los que está el de mejor director para Olmos, respaldados por más de quinientas representaciones de la obra, el director suma un octavo. Es el que ha ganado Juana la Loca, con Sara Baras taconeando a la hija de los Reyes Católicos, como mejor espectáculo de danza. Las dos son producciones de su compañía, Teatro de la Danza, que lleva dando saltos por los escenarios desde 1978.El verdugo lleva un año y medio en cartel por toda España. Los premios ayudarán a que vaya más gente al teatro. 'A eso contribuirán, por lo menos hasta que acabemos nuestra gira con la obra, que no va a durar más allá del mes de enero', cree Olmos, 'pero, sobre todo, lo que nos dan estos premios es prestigio'. Son una justa cosecha para un reto. 'Llevar una película emblemática como ésta al teatro fue algo arriesgado. Pero no lo habríamos hecho si no fuera porque creíamos en la adaptación tan sensacional de Bernardo Sánchez, que trabajó en ello dos años'.

A Juan Echanove, que hace de José Luis, el verdugo aspirante, le acompañan en el reparto Alfred Luchetti, como el gran Amadeo, y Luisa Martín, cuya popularidad conseguida a costa de hacerle huevos fritos a la tropa de Médico de familia ha contribuido a llevar gente al teatro, donde ha demostrado ser un pedazo de intérprete sobre la escena. 'Hoy día conviene que los montajes lleven en cartel a actores conocidos, eso ayuda', dice el director.

El teatro, para Luis Olmos, es esa cosa tan recomendable para los actores de cine. 'A las estrellas les da miedo, vértigo, la escena. Pero es un reciclaje seguro para un actor. El teatro es una radiografía en la que se ve todo, no se puede esconder nada', cuenta. Quizás ésa sea la razón principal para explicar por qué muy pocos se tiran a la piscina. Lo de Echanove y Martín es otro caso. 'Juan y Luisa son grandes actores de teatro, lo han hecho siempre', dice. Eso no quita para que les entrara el miedo en el cuerpo. 'Todos lo tuvimos, pero desde un principio decidimos alejarnos lo más posible del trabajo que habían hecho Isbert, Penella y Nino Manfredi, para que la gente se enfrentara a la obra fijándose en otros referentes. Todos habíamos visto la película y quisimos olvidarnos de ella'. Ellos son otros, pero el texto, el fondo, el drama, conserva esa comprensión, esa piedad por la gente que sobrevive destilada en el original. 'La referencia de El verdugo está ahí al lado, se rodó hace 40 años, es una obra cercana, nos hace recordar que éste era un país lúgubre, una dictadura con pena de muerte', recuerda Olmos. Eso si no tenemos en cuenta el comentario que alguien le hizo a Echanove presa del entusiasmo, al felicitarle. Le dijo: 'Juan, de esto se podría hacer una gran película'. La frase es para partirse la espalda y está en relación con lo que Olmos cree que es la clave del éxito de la obra. 'El verdugo triunfará siempre por el sentido del humor que lleva. Es sobrecogedora y terrible, y justo lo que la hace genial es que lo afronta con sentido del humor, por eso se puede entender en Estados Unidos y en Pekín', asegura.

Para él, se trata de una obra chejoviana. 'No hay malos ni buenos, Amadeo es un ejecutor que tiene todo asumido y que sabe que todo sigue y que el trabajo que él hace alguien lo va a tener que continuar, pero no se le juzga, ni se le detesta, porque es un superviviente'. La obra conserva con aceite del bueno la esencia de ese trío familiar regido por dos verdugos que sólo aspiran a vivir como gente normal y a espantar lo más posible la peste que les rodea por su condición. Desde el principio contaron con la bendición de Azcona y Berlanga. El primero, al verlo, dijo: 'Esto es cojonudo, oye', mientras que el maestro lloró.

Olmos ama a los actores sobre todas las cosas. Sabe que sobre ellos recae el peso de todo lo divino y lo humano. Por eso es exigente. Él también ha sido actor y es difícil que le engatusen con falsos esfuerzos. 'Me gusta trabajar con gente que se compromete, no soporto lo vago y lo fácil, y, como he estado en su lugar, busco la calidad, conozco los mecanismos que conducen a ella y es muy difícil que me engañen', avisa.

Sabe que son la salvación también de compañías modestas como la suya, a la que el pelotazo de El verdugo va a permitir seguir. 'En enero próximo nos presentamos en Madrid con Por un sí o por un no, de Nathalie Serraute, una comedia con tres mujeres protagonistas: Jeanine Mestre, Ana María Ventura y Amelia Ochandiano', anuncia. 'Y para después preparamos Paseando a Miss Daisy, con Amparo Rivelles'.

Son cosas que su humilde compañía se puede permitir para seguir tirando. Pero Olmos echa en falta alguna pizca de riesgo, algo que demanda de las compañías públicas, esas en las que debe primar el gusto por la vanguardia. 'Hoy no queda capacidad de riesgo en nada, ni en las compañías, ni en los programadores, ni en el espectador. Nosotros, los de las privadas, debemos dar calidad ante todo, pero con el dinero público no debe caerse en un derecho de pernada', cuenta.

Siente cierta nostalgia de lo que se hacía en los años ochenta en Madrid, por ejemplo, cuando el Centro Dramático Nacional estaba en todo su esplendor o en la Sala Olympia se mostraban las cosas más atrevidas. 'Hoy la Olympia está derruida y al CDN le ha salido polilla y han tenido que emigrar del María Guerrero', cuenta. Todo indica que su forma de expresión sigue en horas bajas. Y él, con la corona de laurel de rey del teatro de este año, suelta estoico y sin recalentarse: 'Seguimos siendo los niños tontos de la cultura'.

Luis Olmos, el miércoles en Madrid.
Luis Olmos, el miércoles en Madrid.BERNARDO PÉREZ

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Sobre la firma

Jesús Ruiz Mantilla
Entró en EL PAÍS en 1992. Ha pasado por la Edición Internacional, El Espectador, Cultura y El País Semanal. Publica periódicamente entrevistas, reportajes, perfiles y análisis en las dos últimas secciones y en otras como Babelia, Televisión, Gente y Madrid. En su carrera literaria ha publicado ocho novelas, aparte de ensayos, teatro y poesía.

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