Suciedad en Felipe II

Hace unos pocos meses, en la avenida de Felipe II de Sevilla, muy cerca del Parque de María Luisa, se abrió una nueva discoteca. Nada que objetar, si los ruidos se reducen al interior del local y están sujetos a lo que marca la ley. Nada que objetar si la basura que generan los clientes está controlada por los dueños de la discoteca y se arroja, como es debido, a los contenedores públicos. Pero la discoteca ha llevado a este barrio una especie de after-hours molesto: una vez cerrado el local, los jovenes, incansables y todavía sedientos, se dan al botellón. A la mañana siguiente, los portales de las casas cercanas a la discoteca y el quiosco de prensa que hay frente a la misma amanecen con restos de botellas de cristal, muchas veces rotos, botellas y vasos de plástico, bebidas derramadas sobre aceras y escalones, papeles, bolsas de plástico... y un insoportable olor a orina.

Los dueños de la discoteca probablemente no tendrán culpa de que sus clientes apuren las horas de la madrugada molestando con sus gritos a los vecinos. Pero sí que son responsables de que una enorme furgoneta de color azul, que lleva el escudo de la discoteca pintado en ambas puertas delanteras, esté permanentemente mal aparcada. El colmo ha sido estos días de feria: la furgoneta de marras -por cierto: ¿no podrían limpiar su interior?- ha permanecido tres días, tres, enteritos, subida en la acera en el espacio reservado para el paso de peatones. A pesar de las docenas de guardias que pasan por allí a diario, ahí sigue impertérrita.

¿No hay manera de que la autoridad competente actúe sobre este abuso? ¿No hay manera de que esos jóvenes arrojen menos basura y no hagan sus necesidades fisiologicas en los portales de las casas? ¿Tenemos que aguantar ya de por vida el nauseabundo olor del orín cuando salimos por la mañana camino de nuestro trabajo?