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El PP se lo juega todo a la alianza con el PSE

Los populares iniciaron la preparación de su alternativa al PNV tras la firma de Lizarra

Luis R. Aizpeolea

La noche electoral del 12 de marzo del año pasado, José María Aznar comunicó a su ministro más valorado, el vasco Jaime Mayor, que le había llegado la hora de jugársela como candidato a lehendakari. El PP había logrado un resultado inédito en su historia de las generales en Euskadi, 323.235 votos, y se había situado a 25.000 del PNV, con 347.417. Un cálculo rápido permitía a Aznar deducir que proyectados los votos del PP y los del PSE -que logró 266.583-, a escaños en unas elecciones autonómicas, ambos partidos constitucionalistas alcanzaban la mayoría absoluta. Aquella noche electoral, de euforia por su triunfo sin necesidad de apoyos parlamentarios ajenos al PP, Aznar acarició la posibilidad real de coronar su victoria con la derrota de los nacionalismos históricos, empezando por el PNV, en unos comicios autonómicos.

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Aznar, que comenzó su mandato en mayo de 1996 con un pacto con el PNV, rompió estrepitosamente con este partido dos años después. La ruptura se consumó en una reunión con su líder, Xabier Arzalluz, en octubre de 1998, en La Moncloa, en la que acusó a su socio de 'deslealtad' por no haberle informado de la gestación del Pacto de Lizarra con HB, recién firmado. 'En ese momento comprendimos que los problemas vascos, como el terrorismo, ya no se arreglaban en la superficie sino que era necesario tomar el poder y desalojar al nacionalismo', dice Mayor.

La actitud del PNV, de mantener la estrategia de Lizarra, pese a la ruptura de la tregua de ETA, en noviembre de 1999, ofreció aún más argumentos a Mayor, que denuncia sistemáticamente que el nacionalismo está legitimando el terrorismo al coincidir en estrategia y objetivos con ETA. Aznar eleva el listón del ataque al comparar la situación de Serbia con la de Euskadi y a Arzalluz con Milosevic, el día de la Constitución de 1999. Sólo dos días antes, Aznar había mantenido una reunión tormentosa con el lehendakari Juan José Ibarretxe, que le pidió que avalara una mesa de negociación política con HB para evitar in extremis que ETA rompiera la tregua. Aznar rechazó la oferta al interpretarla como un chantaje e inició la confrontación institucional.

El regreso de los asesinatos, unido a la falta de reacción política de Ibarretxe y Arzalluz, facilitan al PP la colaboración con el PSE en 2000 hasta la presentación conjunta de las mociones de censura, en septiembre, contra Ibarretxe y la firma del Pacto por la Libertad, en diciembre, que fija condiciones al PNV para gobernar: defensa de la Constitución y el Estatuto y definitivo abandono de Lizarra.

El PP afronta estas elecciones con un activo valioso: haber sido pionero y certero en la denuncia de la tregua-trampa de ETA; haber rejuvenecido a sus dirigentes y contar con el Gobierno de Álava y una gran consolidación en las zonas urbanas, como pusieron de manifiesto los resultados de las municipales de 1999, en las que los populares lograron el 76% de sus votos en las quince primeras ciudades vascas. Este activo es aún más valioso si se recuerda que en 1986, AP, precedente del PP, sólo contaba con dos parlamentarios y 55.606 votos frente a los 16 y 251.743 votos de 1998.

En su pasivo, el PP es el partido que más rechazo suscita en la mitad nacionalista vasca a lo que ha contribuido la política de confrontación de Aznar con el PNV. De ahí que Mayor se plantee una campaña moderada en la que enfatiza que si gana 'no habrá revancha'. También carece de margen de maniobra para gobernar como no sea con el PSE. De ahí que cuide con mimo sus relaciones con este partido y atienda a sus exigencias como evitar el debate a dos Mayor-Ibarretxe y que haya apartado de la campaña a algunos dirigentes del PP, beligerantes con los socialistas.

En esa tesitura, Mayor se lo juega todo a una carta, la de la mayoría absoluta con el PSE. Aznar asegura que quiere ver al PNV en la oposición ya que le exige 'más que una rectificación por su gravísima deslealtad al pactar con ETA'.

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