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Crítica:LAS VENTAS | LA LIDIA
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Nada más que frío

Lo único que sentimos durante la novillada de ayer fue frío. Mucho frío. Los tendidos de Las Ventas eran un frigorífico y nada ocurría en el ruedo que calentara el ánimo y el espíritu. El ganado no se caracterizó, precisamente, por sus buenas cualidades y los novilleros tampoco realizaron grandes hazañas. Así que, todo quedó en chaparrones durante la primera parte del festejo y gélidos vientos de esos que enrojecen la nariz en la segunda.

En los novillos de Peñajara hubo de todo. Un torete de escaso trapío y pobre de cara, el primero. Otro cornicorto que se caía, el segundo. El tercero, también sin trapío y sin cara. Con más pitones, pero disminuido de volumen, el cuarto. Aceptable el quinto y con más presencia y fuerza el sexto. Pero, unas veces por su invalidez y otras por la mansedumbre, 'no sirvieron' -como dicen los taurinos- para muchas cosas.

Los matadores, como suele ocurrir con los que están empezando su carrera llenos de ilusión, intentaron lucirse. Alguno hasta llegó a tocar con la punta de los dedos el triunfo. Fue Antón Cortés, albacetense, hijo del matador Sebastián Cortés. Antón es un torero muy apañadito y con indudables posibilidades para colocarse en buen lugar en este mundillo taurino, si sigue así. Con el segundo construyó una faena muy estimable, en la que hubo pases con la derecha con ritmo, trincherillas y pases de la firma con torería y pectorales muy templados. Por contra, los naturales los dibujó metiendo el pico, pero todo ello con aroma y pellizquito. Como mató de pinchazo, una corta caída y dos descabellos, sólo pudo salir al tercio tras una fuerte ovación.

En el quinto volvió a mostrarse con la misma vitola de torero artístico. El novillo, inválido, no pasaba y no pudo cuajar faena.

Debutaba también el colmenareño Pedro Lázaro, que tuvo que vérselas con un inválido y un manso. Con el tullido no pudo dedicarse a la práctica del derechazo, porque el animal, falto de fuerzas, se defendía sin parar. Con el descastado cuarto, después de castigarlo torpemente por bajo, se colocó lejos de los pitones y se dedicó a pasarlo de muleta con vulgaridad y falta de gusto.

Martín Quintana, ya conocido del público madrileño, tampoco se arrimó con el tercero. Dicen que quiere meter la cabeza en las plazas grandes, pero si torea siempre como lo hizo en este novillo, lo va a tener difícil. En su faena, además de colocarse fuera de cacho, toreó siempre hacia afuera, con el pico y jugando al unipase. Más esforzado y entonado se mostró con el sexto, con el que se peleó y trató de vencer las muchas dificultades que tenía. A esas alturas, el público ya se había marchado de la plaza, muerto de frío y con ganas de irse a ver al Real Madrid.

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