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Columna
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Pasa algo, ¿o no?

Ibarretxe intenta transmitir la imagen de que en Euskadi no pasa nada

Soledad Gallego-Díaz

La característica más extraña de esta campaña electoral vasca es que se desarrolla en dos mundos aparentemente distintos y desconectados, el de quienes aseguran que en el País Vasco no pasa nada grave; y el de quienes creen que están en peligro valores fundamentales de la vida democrática. De eso van a tratar las elecciones del próximo día 13 de mayo, de saber si la mayoría de los ciudadanos vascos percibe que está ocurriendo a su lado algo grave, que requiere una actuación decidida y prioritaria, o no.

Los dos mundos han estado representandos esta semana por dos actos muy dispares: la reunión del candidato del PNV, Juan José Ibarretxe, con un numeroso grupo de empresarios vizcaínos, una reunión en la que no se pronunció una sola vez la palabra violencia, o ETA; y el mitin de la asociación ciudadana ¡Basta Ya¡ celebrado ayer en San Sebastián, en el que socialistas, populares e independientes leyeron la lista de las centenares de personas asesinadas por ETA y reclamaron libertad y derecho a la vida y a la discrepancia.

El mitin ante varias decenas de pequeños y medianos empresarios de la Margen Izquierda de la ría de Bilbao fue un buen ejemplo de la táctica nacionalista de 'congelación', muy apreciada por el propio Ibarretxe, y del intento de convencer al votante de que el principal problema de Euskadi en este momento es evitar que gobiernen sus instituciones 'desde Madrid'.

El lehendakari pronunció un discurso en el que no existia ETA, los atentados o secuestros (incluidos los de conocidos empresarios) ni la kale borroka. Su única alusión a la violencia fue una leve mención a la necesidad de paz. 'Es cierto que nos falta la paz', dijo, y añadió con un inesperado giro: 'Pero nuestra aportación es que los empresarios y empresarias vascas pueden andar con la cabeza bien alta, vendiendo nuestros productos en cualquier lugar del mundo'.

La táctica 'autista', como la denominan irónicamente sectores de la oposición al PNV, empieza encontrar algunas voces críticas dentro de las propias filas del PNV, temerosas de que el partido no esté conectando con las preocupaciones reales de su propio electorado. Los pequeños empresarios vascos, por ejemplo, han señalado en varias encuestas recientes que la violencia y un eventual enfrentamiento civil constituyen dos de sus mayores inquietudes.

Otro de los puntos de la estrategia de Ibarretxe que ha provocado hasta ahora más discusión, incluso entre algunos de sus apoyos públicos reconocidos, es la línea de ataques personales al dirigente socialista vasco, Nicolás Redondo. Algunos piensan que el centro de los ataques debería ser casi exclusivamente el candidato del Partido Popular, Jaime Mayor Oreja, y que no es útil cortar puentes con quien, teoricamente, debería ser el primer interlocutor del PNV después de las elecciones.

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Desde el partido socialista, sin embargo, las críticas del lehendakari se reciben sin mayor preocupación. 'Los puentes con el Partido Nacionalista Vasco están ya absolutamente cortados', explicaba ayer en San Sebastián el alcalde de Ermua, a la salida del multitudinario acto del grupo cívico ¡Basta Ya¡. Para Carlos Tortorika no existe posibilidad de que se termine formando un Gobierno de coalición PNV-PSOE. Todo su partido sabe, además, que tanto Tortorika como otros importantes dirigentes socialistas vascos abandonarían inmediatamente el partido en otro caso.

El acuerdo entre socialistas y populares vascos, defendido por los principales dirigentes del PSE, quedó de nuevo patente en el mencionado acto de ¡Basta Ya¡ Los dos partidos pertenecen al mundo de quienes creen que en el País Vasco están en peligro valores fundamentales de la democracia y que la amenaza es tan fuerte e inmediata que justifica que los candidatos de la derecha y de la izquierda más clásicos acudan prácticamente de la mano a las urnas. Es una apuesta extraordinariamente fuerte y radical, que tendrá consecuencias en el País Vasco, y fuera de él, pero que está apoyada por intelectuales, artistas, profesores universitarios, familiares de víctimas, asociaciones cívicas y ciudadanos independientes que comparten esa convicción de que en el País Vasco ocurre algo grave que necesita una respuesta política inmediata.

Las dos mil o tres mil personas que abarrotaron ayer emocionadamente el Kursaal pidiendo libertad y derecho a la discrepancia parecían vivir en un mundo completamente distinto del que dibujó Ibarretxe pocos días antes, más preocupado por la obligación de compartir la capacidad de los astilleros de Sestao con los de Cádiz o Vigo, que por posibles amenazas a la libertad.

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