IU se ha volcado en dirimir el viejo conflicto interno y la quiebra financiera
El malísimo resultado electoral de Izquierda Unida en 2000, el peor de su historia autonómica -perdió la mitad de votos y escaños-, arrojó a la federación a un pozo. Se le vino todo encima. La crisis interna larvada desde la salida de la coordinación de Luis Carlos Rejón en 1996 y el rosario de batacazos en las urnas derribaron los frágiles puntales que la mantenían en pie y la estructura terminó por dislocarse. En seis años y dos elecciones autonómicas IU se había dejado en el camino 14 diputados. Al cumplirse el primer ejercicio de la legislatura, un año después de la caída, IU comienza a encajar las piezas de nuevo, por lo que sus dirigentes dan por buenas las calamidades orgánicas y financieras sufridas, que le han robado la mayor parte del tiempo.
El coordinador que salió de la muy disputada 13º asamblea del mes de octubre, Diego Valderas, echa una mirada hacia atrás y se congratula de haber superado lo más difícil. 'Es verdad que hemos tenido que gastar muchas energías en engrasar nuestra casa, pero tampoco se ha descuidado lo que nos pide la sociedad'. El grupo parlamentario ha luchado como ha podido contra las limitaciones de su reducida dimensión: seis diputados que no permiten pedir comparecencias del Gobierno y acota el cupo de propuestas. Al margen de los récords de iniciativas para el Libro Guinness (2.000), IU ha logrado participar en la actividad política más allá de lo que se le podía presuponer por tamaño y complejidad orgánica, con aportaciones en el debate presupuestario, la presentación de un recurso de inconstitucionalidad a la Ley de Extranjería (que dejó en evidencia al PSOE por abstenerse en la Cámara, una semana antes de que el Consejo de Gobierno acordara recurrir), la formulación de medidas sobre inmigración y fiscalidad ecológica e, incluso, llevar al Parlamento una ley, la de Parejas de Hecho, que no prosperó.
La portavoz adjunta de IU en la Cámara, Concha Caballero, coincide con Valderas y también con el portavoz, Antonio Romero, en que el trabajo político ha estado por encima de los elementos a los que se han tenido que enfrentar, e introduce un nuevo matiz en su favor: 'La acción de Gobierno ha estado bloqueada, el único tema político con incidencia han sido las cajas de ahorro, ni siquiera ha habido un plan de envergadura. El bajo tono del Ejecutivo y su gestión rutinaria no dan para mucho'.
Choque de sectores
Hasta octubre el foco informativo de Izquierda Unida apuntó a los conflictos internos. Dos bandos bien definidos -el oficialista de Diego Valderas y el crítico de Concha Caballero- se batieron en duelo en la asamblea extraordinaria, esta vez a las claras, sin la tradicional retórica de la ortodoxia comunista. Los meses que la precedieron fueron de una virulencia formidable por el choque de ambos sectores, muy igualados en fuerzas y con las alforjas cargadas de afrentas de varios años, en los que la coincidencia con los preparativos de las elecciones municipales (1999) y autonómicas (2000) habían forzado un cierre de filas artificial. Críticos y oficialistas se cruzaron todo tipo de acusaciones: los primeros denunciaron las maniobras del PCA, dirigido por Felipe Alcaraz, para controlar el proceso asambleario y condicionar su resultado; los segundos, la estrategia desestabilizadora de los rebeldes con el único objetivo de colocarse en el poder.
El fondo político de la disputa estaba también cargado de razones. La tesis de los críticos fue que la cerrazón de la cúpula dirigente, entonces encabezaba por Antonio Romero, desvirtuó el proyecto inicial de Izquierda Unida-Convocatoria por Andalucía, con una trayectoria excluyente (salida de corrientes como NI, Los Verdes o el CAI) que condujo de manera inexorable al desencanto de los electores. Los oficialistas culpaban a los críticos de fomentar la desunión - 'jaula de grillos', dijeron-, madre de todos los desastres en las urnas. El día después del congreso reflejó la fractura a partes iguales: Diego Valderas ganó con el 54% de los votos frente al 46% de Concha Caballero.
Lo ajustado del resultado retrasó sobremanera el reparto de responsabilidades y la constitución de la permanente. Valderas esperó a tener sobre la mesa un acuerdo cerrado y hasta finales de diciembre no se dio carpetazo a la asamblea.
Los críticos de Concha Caballero accedieron al pacto, aunque sin mucha convicción, y entonces el coordinador se enfrascó de lleno en el calvario económico, padecimiento que le ha mantenido ocupado hasta ahora. La quiebra financiera de IU venía de antiguo, ya que, a menos escaños, menos dinero de las arcas públicas. Llovía sobre mojado y la sangría de los comicios de 2000 llevó directamente a la federación a la regulación de empleo de su personal.
Diego Valderas se siente especialmente orgulloso de cómo se ha resuelto el problema, pactado con los trabajadores y con un plan de austeridad. El coordinador anuncia que mayo será, por fin, el arranque de la recuperación de IU.
Concha Caballero no es tan optimista. A su juicio, los compromisos de la asamblea están en blanco. 'No hay mucho interés en dar juego, y eso que contamos con un PSOE agotado y un clima favorable. En Izquierda Unida falta empuje, perfil político, fuerza. Lo que no hace falta es poner orden, sino salir a la calle'.
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