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Río de Janeiro, ¿una nueva Miami?

A Río de Janeiro, la ciudad que fuera capital de Brasil y aún capital de la cultura y del turismo internacional, así como la urbe más soñada por los brasileños por su clima tropical, sus playas con encanto y su gente alegre y cariñosa, le han entrado ganas de parecerse a la americana Miami. Cansada de las arquitecturas francesas y portuguesas que un día cultivó con mimo, hoy la capital carioca prefiere el estilo norteamericano, según una obra que acaba de llegar a las librerías del economista Carlos Lessa O Río de todos os Brasis. Una reflexão em busca de auto-estima(Editorial Record).

Pero, junto con el libro de Lessa, ha llegado también un escalofriante informe de la ONU (Organización de las Naciones Unidas), según el cual en Río ha vuelto a recrudecerse la violencia tras cuatro años en los que parecía haberse estancada y hasta retrocedido. La policía de Río parece ser la que más mata en el mundo y, en el 65% de los casos, por la espalda. Los homicidios en Río doblan los de Miami, son cuatro veces más que los de Nueva York y superan a los de Washington. Al mismo tiempo, ha aumentado de repente la violencia a mano armada, los asaltos a autobuses públicos y coches privados y escasea la policía en las zonas más conflictivas.

¿A qué se debe este retroceso de la ciudad en la conquista de la seguridad ciudadana? ¿Qué está pasando con su antiguo sueño de ser civilizada, como París, y romántica, como Lisboa, y con el actual de ser posmoderna, como Miami?

Cambio de alcalde

Hay quien lo achaca, tal vez con demasiada simpleza, al cambio de alcade que tuvo lugar hace unos meses, cuando al arquitecto y urbasnista Paulo Luiz Conde, hijo de padres gallegos, que se había inspirado para transformar la ciudad en los famosos arquitectos catalanes y que había tomado como ejemplo de gobierno a la alcaldía de Barcelona, le sucedió César Maia, a quien la izquierda votó creyendo que iba a ser más progresista, pero que ha acabado siendo apellidado como La Sombra, ya que parece un fantasma. Es posible que ese vacío de gobierno haya sido aprovechado por los narcotraficantes y por la miseria, siempre al acecho en las 600 favelas que rodean la ciudad.

Sin embargo, el asunto se remonta tiempo atrás. El prurito de Río de parecerse más a una ciudad moderna norteamericana que a una ciudad europea comenzó a mitad del siglo pasado, primero con la reestructuración de las famosas playas de Ipanema y Copacabana, de construcciones más bien europeas, en los actuales bloques modernos. De ahí se pasó a la construcción del nuevo barrio de La Barra, hoy casi una ciudad dentro de la ciudad, hecha para los nuevos ricos que querían huir del ruido y de la suciedad de la ciudad vieja y de la cercanía de las favelas, para vivir tranquilos en un lugar que, ciertamente, fue construido ante el espejo de Miami. Por no faltar, no falta ni la americana Estatua de Libertad en el supermercado (ojo al nombre) New York City Center.

Y quien visita La Barra, con sus rascacielos apiñados, sus playas, sus supermercados, sus espacios verdes y su sensación de ciudad anónima que en nada se parece a la Río tradicional, tiene la neta sensación de estar en una Miami brasileña. Lo que ocurre es que los nuevos ricos que la han poblado se han encontrado con la sorpresa de que, al igual que en el centro del que habían huido, a su lado han comenzado a aparecer como hongos las nuevas favelas, que en los últimos 10 años aumentaron en un 200%, y que los llamados bandidos han seguido asaltando sus ricas moradas blindadas tras desarmar a los guardias privados que las defienden. Y hay más: Río de Janeiro es una ciudad tropical que ha construido grandes rascacielos blindados en los que es preciso tener encendido el aire acondicionado durante 24 horas. En la calle, el 90% de los letreros y anuncios publicitarios están escritos en inglés. Y se necesita el coche para ir a cualquier parte. ¿Qué les queda de cariocas, cuya característica principal es la de vivir más en la calle que en la casa, la de pasear y abarrotar los famosos butiquines, algo muy parecido a los bares y tascas españoles y portugueses? Según el economista Lessa, "nada". Saben que quienes viven en dicho barrio ya no viven como ciudadanos de Río y quieren parecerse a los de Miami. Y ése el drama.

Mientras tanto, también los ciudadanos del Río tradicional, que siempre se han caracterizado por su amor a la ciudad, a la que no la cambiarían por ninguna urbe del mundo, comienzan a tener miedo de salir a la calle, de ir a cenar a un restaurante en una ciudad casi tan nocturna como Madrid, de subir a un autobús o de parar el coche en un semáforo, por temor a ser asaltados.

Peligros al acecho

Baste decir que la policía municipal, por motivos de seguridad, se retira a las diez de la noche. Empiezan a cansarse, como acaba de escribir Zuenir Ventura, uno de los grandes cronistas de la ciudad, autor del besteseller Cidade partida, "de no poder atravesar una calle sin tener que mirar a los lados" por si aparece alguien con la pistola o la navaja en la mano. A todo eso hay que añadir que los cariocas, y en general los brasileños, más que a los mismos narcotraficantes, temen a las acciones de una policía que, según la ONU, es la que más mata del mundo (cuatro muertes por un herido), que suele matar siempre por la espalda (con una media de cuatro tiros) y que es la culpable del 10% de los asesinatos del país. En Río, el terror es el de la llamada "bala perdida" de la policía o de los narcotraficantes cuando se enfrentan entre ellos en plena calle, sobre todo porque la impunidad de la policía en dichos casos es absoluta. Y porque se trata de una policía que es, como denuncia Naciones Unidas, una de las peor preparadas del mundo y que nunca es castigada por sus excesos.

Y, a pesar de ello, según el mismo informe de la ONU, más del 50% de los cariocas prefiere seguir viviendo aquí. ¿Por qué? Es la pregunta que se hizo Zuenir Ventura recientemente en su columna del diario O Globo, tras una estancia de un mes en París. Después de comparar la vida en ambas ciudades, escribe: "Cada vez que vuelvo deslumbrado de Europa me preguntan: '¿Por qué no se queda entonces a vivir allí?" Y responde: "Lo curioso es que, a pesar de todo, no consigo siquiera concebir la hipótesis de vivir en otro lugar. Ciertamente, no es por lo que tiene de malo. ¿Pero qué es lo que tiene Río de tan maravilloso que nos hace olvidar hasta el riesgo de vivir en el peligro? ¿Cuál es la razón de ese amor irracional? Visite París para poder responder".

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