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Reportaje:

Atrapado en el laberinto indonesio

El presidente Wahid pide perdón a su pueblo en vísperas del voto de censura por un escándalo de corrupción

Acorralado por un Parlamento que el lunes se dispone a censurarle por segunda vez, el presidente indonesio, Abdurrahman Wahid, acusado de corrupción, se dirigió ayer a su país para pedir disculpas, pero afirmó que 'ningún líder puede acabar con el actual desastre económico'. Mientras, los seguidores de Nahdlatul Ulama -el mayor grupo musulmán de Indonesia, que Wahid dirigió durante 15 años y que aglutina a 40 millones de seguidores- han convocado para mañana una oración por la paz en Yakarta a la que se espera que asistan 200.000 personas, según informó France Presse. Y por otro lado, grupos hostiles al presidente han asegurado que saldrán a la calle a 'ayudar' a la policía a mantener el orden. Las fuerzas de seguridad desplegarán a 42.000 de sus hombres para evitar un estallido de violencia.

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Cincuenta mil jóvenes de la isla de Java aseguran estar dispuestos a morir por su presidente. Investidos con 'poderes mágicos' para repeler las balas del enemigo, su objetivo es impedir, matando si es necesario, los intentos de la oposición de destituir a su líder. 'No los puedo parar', afirma Wiro Sugiman, jefe del Frente por la Defensa de la Verdad, un grupo islámico de Surabaya, segunda ciudad del país y feudo político de Wahid.

Un año y medio después de convertirse en el primer presidente democráticamente elegido en la historia de Indonesia, a Wahid le llueven los problemas. El cóctel es explosivo y amenaza con arrojar de nuevo al pozo de la inestabilidad al cuarto país más poblado del mundo, con 210 millones de habitantes. La popularidad del presidente, de 60 años y casi ciego, se encuentra bajo mínimos, y a las denuncias de corrupción en su contra se suman el avance de los movimientos separatistas en varias provincias -especialmente en Aceh e Irian Jaya- y la violencia étnica en Borneo, que se ha cobrado más de 2.000 muertos desde marzo. La mala situación de la economía, agravada por una enorme deuda exterior y la caída de la rupia, es la gota que puede colmar el vaso.

Elegido presidente en octubre de 1999 para un mandato de cinco años, Wahid no lo ha tenido fácil: heredó un país en ruinas después de tres décadas de feroz dictadura de Suharto y un Ejército acostumbrado a moverse a sus anchas en el terreno político. Pese a todo, el líder musulmán del país con la mayor comunidad islámica del mundo, conocido por el seudónimo de Gus Dur, ha tenido algunos éxitos: ha mantenido a las Fuerzas Armadas dentro de los cuarteles, ha frenado el avance de los movimientos fundamentalistas y ha descentralizado parcialmente el poder sin poner en peligro la unidad de un país compuesto por 14.000 islas, más de 300 grupos culturales y 400 lenguas y dialectos.

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Todo apunta a que Wahid correrá la misma suerte que el ex presidente filipino Joseph Estrada, derrocado en enero. Gus Dur, que ha reaccionado con actitud desafiante a las acusaciones de la oposición, se encuentra en una situación de extrema debilidad: sólo cuenta con el apoyo de su Partido del Despertar Nacional, que únicamente obtuvo un 11% de los votos en las elecciones parlamentarias de junio de 1999, y la lista de los partidarios de su destitución aumenta cada día. 'No le queda mucho apoyo, y si no consigue hacer algo convincente no creo que pueda eludir el proceso de destitución', señala el profesor Franz Magnis-Suseno, del Instituto de Filosofía Driyarkara, de Yakarta.

La llave de la crisis puede estar en manos de la vicepresidenta Megawati Sukarnoputri, hija del ex presidente Sukarno -fundador de la Indonesia moderna- y líder del Partido Democrático de Indonesia para la Lucha (siglas en indonesio, PDI-P), el grupo más numeroso del Parlamento. Consciente de su condición de favorita a la sucesión, Sukarnoputri se ha mantenido hasta ahora al margen de la refriega y ha preferido mantener abiertas sus opciones. Ayer indicó que no bloqueará la censura contra Wahid. 'Es un derecho del Parlamento', declaró. Megawati perdió las elecciones presidenciales por estrecho margen, después de que una coalición de grupos islámicos pidiese a la población que no votara por ella por ser mujer. La vicepresidenta cuenta con un gran apoyo popular entre los indonesios de a pie, los más pobres, los parados y los estudiantes, muchos de ellos fascinados todavía por la figura de Sukarno. 'Mega y Gus Dur eran como hermanos, pero las cosas han cambiado. Ella no puede prestarle más su apoyo', declaró un alto dirigente del PDI-P. El segundo partido con mayor representación parlamentaria, Golkar, sostén político de Suharto durante la dictadura, ha anunciado también su disposición a apoyar a Megawati.

A medida que la crisis política se agrava, la confianza internacional en la economía indonesia se resiente. Los analistas financieros temen que Indonesia sea incapaz de afrontar los pagos de su gigantesca deuda, que a finales de 2000 ascendía a 262.000 millones de dólares (unos 50 billones de pesetas), cifra equivalente al 170% de su PIB. El proceso de destitución de Wahid promete ser turbulento. Muy pocos indonesios quieren ver repetidos los sucesos del 13 y 14 de mayo de 1998, cuando más de mil personas perdieron la vida en unos disturbios que desembocaron en el derrocamiento del dictador Suharto.

Policías de élite indonesios se despliegan en los alrededores del Parlamento en Yakarta.
Policías de élite indonesios se despliegan en los alrededores del Parlamento en Yakarta.ASSOCIATED PRESS

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