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Columna
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Euskadi, recta final

Antonio Elorza

Con frecuencia se escuchan voces procedentes de la izquierda, y algunas del campo socialista, que dan por hecho que el PSE en Euskadi ha errado al comprometerse en una alianza con el PP, que es su enemigo natural. Por una parte, auguran estos críticos, las elecciones se van a perder, y en caso de victoria se agudizaría la violencia de ETA, respaldada ahora por un PNV que, tras su satanización durante la campaña, no tendría otro remedio que irse al monte. Y si PP-PSOE gobiernan en minoría, catástrofe total. Por otra, el PSE habría olvidado que los nacionalistas son sus aliados naturales en Euskadi, siendo un error haberse rasgado las vestiduras porque proclamasen un soberanismo que siempre había sido su seña de identidad, y no debiendo por lo demás esperarse ninguna repercusión grave de esa profesión de fe de PNV-EA después de las elecciones en caso de formar Gobierno.

En el conjunto de la argumentación, lo único sólido es la confrontación con el PP, ya que ni el PNV fue siempre 'soberanista', ni la proclamación poselectoral de la soberanía vasca sería algo irrelevante, ni la feliz coalición asimétrica PNV-PSOE puesta en marcha en 1986 con clara subalternidad socialista ofrece un balance positivo, por no hablar de la profecía catastrofista de lo que pudiera pasar si los no nacionalistas gobiernan Euskadi. Como hacía notar Rosa Díez, entonces mejor que no haya elecciones y gobierne hasta la eternidad el PNV de acuerdo con la identificación que ellos mismos proclaman entre ser vasco y ser nacionalista.

Y por encima de todo conviene destacar que en Euskadi la situación es radicalmente distinta a la del resto de España. Allí, socialistas, populares y demócratas independientes unidos en la defensa del Estatuto, de la Constitución y de un futuro democrático para Euskadi en que las decisiones no sean tomadas al dictado de unos criminales políticos. Una posición que cuenta con sólidos argumentos en su apoyo y con el respaldo moral de tantos representantes de esas siglas y de esas ideas que cayeron víctimas del terror. De ahí la cohesión interna del pacto por la libertad que debiera ser el soporte del futuro Gobierno vasco (y la miseria intelectual y moral de quienes lo descalifican sin detenerse siquiera a argumentar). El escenario no consiste en un espacio abierto para una pluralidad de opiniones, sino en el dualismo forzado por la conjunción de terror y nacionalsocialismo que determina la acción de ETA. '¿Pensamiento único?'. Sí, en el sentido que tuvieron los frentes populares o los movimientos de resistencia antifascistas.

Desde estos supuestos puede entenderse la compatibilidad existente entre: a) pensar que la solución poselectoral óptima sería un acuerdo general entre los demócratas -PNV incluido- para desarrollar una política de paz, para mostrar a ETA la inutilidad de su terror, insistiendo incluso en que muchos y destacados nacionalistas comparten esta idea y b) el diagnóstico pesimista de que, a la vista de la línea política que a pesar de los gestos mantienen el Gobierno de Ibarretxe y la dirección del PNV, no existe hoy posibilidad alguna de un pacto entre demócratas y nacionalistas. Sería la rendición de la democracia y la apertura de un camino hacia la secesión, en plena coincidencia con los fines de ETA. Y del mismo modo que no hace falta que nadie satanice a Arzalluz y a Egibar -a los que ahora habría que sumar por EA a Begoña Errazti, con su denuncia de los 'tanques de Aznar' (sic)-, porque ellos y ella se enfundan solos la piel de Satán, únicamente hace falta leer los textos programáticos de Ibarretxe en el Aberri Eguna para comprobar la falsedad de sus gestos unitarios. La alternativa democrática para la paz sigue siendo 'el diálogo', esto es, la negociación, encaminada a una 'normalización' que nunca consiste en el fin puro y simple de la violencia, sino en la autodeterminación a la sombra de ETA. ¿Para qué? Nos lo explica una hoja de propaganda electoral del PNV: para constituir la nación vasca unificada en la Gran Euskal Herria. El referéndum sería de simple confirmación. Además, ahí está aún Udalbiltza. Pensando desde la democracia en la construcción nacional vasca, ¿qué alianza cabe establecer con semejante proyecto político?

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