Un espejo polémico
Espill d'insolències, se titula el volumen, y Toni Mollà es el responsable. Un autor que tiene la suerte de contar con un selecto puñado de buenos amigos dispuestos a montarle una bella gresca para promocionar el libro. Y es lo que han hecho, unos en el papel de fiscal y otros en el de abogado (del diablo, naturalmente). A lo largo de las últimas semanas, antes y después de la purificación josefina, todos ellos han escenificado en diferentes medios lo que inicialmente prometía ser una polémica artificial (¿pero no son 'artificiales' todas las polémicas?), con el Espill en cuestión como excusa. Puede estar contento el señor Mollà y no digamos Josep Gregori, el benemérito editor. Pero la pregunta es: al final, ¿quién se lee el libro? Supongo que lo habrán hecho los actores de la controversia, aunque sólo sea para encontrar municiones. Sin embargo, sería necesario que lo hiciesen los simples espectadores, ni que fuera para comprobar quién tiene razón en esta historia. Los que así actúen encontrarán que la razón siempre es la del autor de esa cosa tan cara de ver como es un ensayo (un ensayo tout court, quiero decir).
Y es que, en efecto, no pasa cada día -ni siquiera cada año- que uno de nuestros autoetiquetados 'premios de ensayo' se otorgue, lisa y llanamente, a un libro que efectivamente lo sea. Lo habitual, ya se sabe (¿se sabe?), es que pase por tal el refrito más o menos conmiserado de tesis doctoral, la faramalla ideológica de moda o el discursete gremial más cercano al llibret de falla que al libre examen (dicho sea con todos mis respetos para el libre examen). Mollà -y ésta es la auténtica noticia- ha optado, en cambio, por enfrentarse a su propio espejo (¡qué pocos se atreven! La mayoría lo usan para jugar con el sol), auscultarse el pensamiento y otras fibras más cordiales, y encontrar el estilo para canalizar un yo en carne viva. Al fin y al cabo, es lo que le enseñó su añorado maestro Joan Fuster, para quien hizo de Eckermann en los últimos meses de su vida -y el resultado fueron las perspicaces Converses inacabades.
Digo contemplarse, auscultarse y encontrar, y digo bien, aunque no digo fácil. Pero el ensayo es eso, y nada más. Esa obviedad tan frágil, esa escritura en los márgenes, esa literatura de mesa camilla. Y en el Espill d'insolències descubrimos precisamente un repertorio significativo del género, con una panoplia de registros que van de la confesión íntima a la crónica social, pasando por incursiones en la teoría (lo que menos me gusta, sinceramente), sin olvidar la consabida referencia a fulano -el odiado mandamás- o a mengano -el político mendaz- (lo que menos me interesa, aunque a otros les pierda). Pero el libro se aguantará -debe hacerlo- por lo que tenga de autoexamen, y no de chascarrillo, de venganza de papel o de burladero bibliográfico. Un chequeo de sí mismo y de los otros que le puede parecer al propio autor un poco en precario, aunque sólo sea porque, como asegura con sagacidad, 'sempre trobarem alguna raó millor que escriure un llibre. Al capdavall, mentre escrivim deixem de llegir, que és el que més ens convé'.
Todo eso, en definitiva, es el pan y la sal de un género que, según me parece haber leído en estadísticas recientes, interesa a un dos por ciento de los lectores, que tampoco son tantos. Sí: un dos por ciento; menos que los incondicionales de la poesía. Vamos a creérnoslo o -mucho mejor- vamos a utilizarlo cum grano salis. La cuestión, como ustedes comprenderán, es que el ensayo literario es de un minoritario que roza el heroismo, aunque luego a todo el mundo le salga de debajo de la lengua un Montaigne o un Gide -o un Elias Canetti, que es más incómodo de manejar con el ápice.
Las polémicas están bien. La gente se aburre y necesita emociones fuertes (o sea, el equivalente a ese dichoso dicho autóctono, 'A qui no té faena, Déu li'n dóna'). Personalmente, sólo me interesan las controversias que sirvan para algo. ¿Qué tal promocionar el retorno al viejo molde ensayístico, el antiguo y provechoso autoexamen? No vamos tan sobrados de materia prima, se lo aseguro.
Joan Garí es escritor.
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