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31ª jornada de Liga | FÚTBOL

'No pienso dimitir'

Serra Ferrer deja su futuro en manos de la directiva en una tarde en la que el Barça se desploma

Un final esperpéntico: expulsión de Simão, luego de Iván y después de Sergi. Un clamoroso 3-1 y El Sadar haciendo la ola, pellizcándose para creer lo que sucedía en el césped. Pamplona, eufórica ya con el balonmano, saludó la victoria -la cuarta en casa este año- tocando las bocinas mientras el Barça se escondía bajo tierra. Un grupo de aficionados catalanes -'bueno, esta ciudad es bonita y el viaje vale la pena'- esperaban indignados a ver si se consumaba o no la noticia. Mientras tanto, el presidente azulgrana, Joan Gaspart, seguía encerrado en el vestuario con los jugadores.

'Está intentando animar al equipo', aclaró después ante los micrófonos el técnico Llorenç Serra Ferrer, que sintió ayer como nunca la soledad de quien se sabe acosado por todos. Pero nunca perdió la calma: 'No se trata de saber si tengo las horas contadas o si me echan o no. No es una cuestión que dependa de mí. No pienso dimitir: sólo puedo trabajar con honestidad y valentía para recuperar al equipo. Los jugadores no están con el entrenador, sino con el club. No tengo la menor duda de que han hecho cuanto han podido. Podemos salir adelante. No hablamos de otra cosa que de fútbol y el Barça sabe jugar al fútbol. No creo que por culpa del técnico deje de saber jugar al fútbol'.

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Serra Ferrer apareció serio, pero exhibió su actual flema y hasta destiló humor británico. 'Si quiere, puede quedarse', dijo por la mañana el mallorquín a un cliente del hotel que, por error, entró en la sala donde los jugadores estaban a punto de ver en una pantalla gigante un vídeo de Osasuna. Casi parecía que se lo esperaba: El Sadar no era el mejor lugar para jugarse el puesto. Sabía que su equipo, fiel a la peor de sus caras, había tropezado este año ante los rivales más débiles, como el Racing, fuera o en el propio Camp Nou y que había soportado el envite de los grandes.

Tras la triste imagen ofrecida ante el Liverpool, en Anfield, no cabía esperar reacción alguna del Barça. Tampoco había nada que ayudase: ni la lluvia, ni el frío, ni el cuerpo a cuerpo. Fue como una prolongación de la tortura inglesa. Un campo pequeño, la afición sin parar de cantar y un par de goles a balón parado que dejaron al Barcelona lánguido, deshecho, impotente.

El fantasma de la destitución de Serra Ferrer planeó con el primer gol de Iván Rosado, se agrandó con el de Álex Fernández y pareció definirse hasta que Gaspart habló tras el tercero. Gaspart, tan poco dado a acompañar al Barça en sus desplazamientos en la Liga, estaba ayer en el palco arropado por media docena de directivos. Parecía un juez encargado de señalar el veredicto. O pulgar hacia arriba en señal de clemencia o hacia abajo como le había pedido, nada más salir de Anfield, un numeroso grupo de directivos, todos vestidos con largos abrigos. Gaspart no hizo de César, pero el tic-tac se puso en marcha en Liverpool. Empezó la cuenta atrás. ¿Cuestión de tiempo? Quizá la decisión se tome hoy.

Acaso temiéndose lo peor, Serra Ferrer, el chivo expiatorio de un año tan mal construido, ya preparó el sábado el terreno. Olvidó su calma tan isleña y empezó a sacar el dedo acusador. Y señaló a Carles Rexach, que se había puesto a disposición del club para tomar el relevo, recordándole la traición a Johan Cruyff en 1996.

Pero esta vez el guión estaba escrito. Nunca se vio a un Barça más plano. Tampoco es tan extraño: Frank de Boer no se sonrojó cuando, tras el 4-4 ante el Zaragoza, dijo que a este equipo no le motivaba la Liga. Que la Copa de la UEFA era otra cosa. Pero resulta que el Barça fue expulsado en Inglaterra de su segunda competición europea y está comprometiendo seriamente su concurso en la Liga de Campeones del próximo año. La petición de un esfuerzo adicional que formuló Gaspart cayó en saco roto. Lo que sucede es que muchos de los que jugaron ayer no estarán y el Barça está acabando este año como un alma en pena.

Desesperado por la situación, Serra Ferrer quemó las velas en el descanso: relevó a Guardiola y apostó por Iván, el jugador que no quiso en julio, que Gaspart le impuso en agosto y que quiso que ayer le ayudara a salvar el puesto. No fue así: primero Simão dejó al equipo con diez; Lo Pelat, con nueve, y Sergi, con ocho. El Sadar acabó haciendo la ola. El único alivio para el Barça fue el pitido final.

Serra Ferrer, ayer, durante el partido.
Serra Ferrer, ayer, durante el partido.LUIS AZANZA

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