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Reportaje:

La vida en miniatura

Un jubilado de Lopera crea un museo que evoca con piezas de pequeño formato la cultura del aceite de oliva

Ginés Donaire

Diego Pérez Gutiérrez, un jubilado de 78 años de Lopera (Jaén), se ha empeñado en convertir su casa en un pequeño museo donde recrear, a través de piezas en miniatura, distintos escenarios del mundo rural y de la cultura del aceite de oliva. Animado por el éxito que ha tenido su exposición en el colegio Miguel de Cervantes de la localidad, el artesano loperano ultima estos días una estancia de su vivienda (en un antiguo convento de los franciscanos descalzos) donde mostrar, de modo permanente, el viejo molino de aceite elaborado de manera concienzuda durante muchos meses de paciente trabajo, así como otras figuras que simbolizan cómo era la vida en el mundo agrario hace varias décadas.

Su afición le viene de lejos, de su etapa de taxista. Empezó a labrarse, curiosamente, en la carpintería móvil que llevaba en el maletero del taxi y con la que buscaba un entretenimiento a las largas horas de espera. 'Yo llevaba cada día a Jaén a los enfermos del riñón a las máquinas de la diálisis y tenía que esperar toda la mañana a que salieran, así que, mientras, empecé a hacer piezas de madera en miniatura', recuerda Diego, que deja claro que nunca le ha movido un afán lucrativo en esta actividad. 'Todo lo hacía de modo altruista y a veces por los compromisos', asevera.

Y así empezó su esmerada y paciente ocupación que ha desembocado en la exposición con la que Diego Pérez ha recibido el reconocimiento de todos sus paisanos. 'Mi mayor ilusión era que mi pueblo conociera mis trabajos, y ahora quiero que conozcan mi exposición todos los que pasen por Lopera', indica este artesano vocacional. La pieza central de su obra es el molino de aceite, elaborado con madera de haya y pino y con unas dimensiones de 1,75 centimetros de largo, 0,80 de alto y 0,83 de ancho.

Como no podía ser de otra manera, incluye los antiguos rulos o prensas de piedra, hoy ya en desuso y que han dado paso a los modernos sistemas de extracción del aceite. La almazara, que Diego ha bautizado con el nombre de La Andaluza, se complementa con una criba utilizada para limpiar la aceituna antes de pasar al molino; un carro agrícola que ocupaba entonces el lugar que ahora protagonizan los tractores; así como varias sillas, una pila artesanal y dos pozos, uno redondo y otro cuadrado.

'Quiero que sirva para que las nuevas generaciones conozcan cómo era nuestra cultura en el siglo pasado', dice Diego, que también trabajó varios años en la almazara del pueblo. Su espíritu de superación le ha hecho plantearse ahora un nuevo reto: recrear en miniatura otra de las actividades más prósperas en su pueblo a mediados del siglo pasado: la recolección de la uva. Hoy, la mayoría de los viñedos han pasado a la historia, pero Diego quiere que su memoria permanezca intacta. 'Antes eran tiempos más duros, yo trabajaba 12 horas en la almazara y los sistemas de extracción del aceite o del vino eran muy rudimentarios', recuerda.

Diego Pérez, que no oculta su deseo de que sus trabajos pudieran ser exhibidos algún día fuera de Lopera, ha tenido la oportunidad de compartir exposición con el pintor Antonio Solórzano, que ha colgado en el colegio una retrospectiva de 78 óleos realizados desde 1969 y que simbolizan distintas estampas del mundo agrario, desde la recolección de la aceituna y del algodón a la vendimia, pasando por la trilla o la siembra de los ajos. Solórzano, nacido en el municipio cordobés de Bujalance pero afincado desde hace 30 años en Lopera, es un pintor próximo al impresionismo y también domina las esculturas en barro.

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Diego Pérez, con su colección de miniaturas.
Diego Pérez, con su colección de miniaturas.JOSÉ MANUEL PEDROSA

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