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VISTO / OÍDO
Columna
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Contraeducación

Hace mil años se inauguró en Tetuán, capital del protectorado español en Marruecos, un edificio de la Delegación de Asuntos Indígenas para dar estudios a los indígenas. Contemplábamos en la terraza el paisaje -el monte Gorges, llamado así porque los militares copiaron de un mapa francés gorges: gargantas, o sea barrancos, y creyeron que era un nombre-; un general que tenía la gentileza de hablarme dijo: '¡Cuántos disgustos traerá este edificio a España!'. Se refería a algo muy hablado, aunque no escrito -en lo escrito, éramos portadores de civilización, religión-: la educación es peligrosa en las sociedades. Se cree ahora que la reducción de las humanidades se debe a evitar que se piense. Aquello era peor, porque el instruido podría ser independentista. Pero en ese tiempo España vigilaba a los nacionalistas, pero les dejaba trabajar en lo que ellos creían que era la clandestinidad. Se trataba de minar el protectorado francés, que era todo Marruecos menos nuestra franjita del mar. Éramos antifranceses: más bien hitlerianos.

La Alemania nazi fomentó todos los nacionalismos de las colonias de Francia y Reino Unido, con buenos resultados. Argentina y otros países latinos eran hitlerianos por odio a EE UU; fueron leales y luego acogieron a los fugitivos del Reich en ruinas. Hasta al doctor Mengele, el de los experimentos mortales con niños para mejorar la raza. La idea de Franco era la de que los nacionalistas expulsarían a los franceses, y luego los alemanes nos lo darían a nosotros: y parte de Argelia, como el Oranesado, con tanta tradición española. Por el Imperio hacia Dios.

Tenía razón el general: aquellos indígenas, y sus hijos, aprendieron español y cosas que no les servirían para nada: y ahora vienen aquí con derechos. A muchos los hicimos católicos, franquistas: ya no podemos más que llevarlos a El Ejido para recompensar su amor a España y a este gran idioma que otros quisieran. Sobre todo por su eñe, que nos quieren robar: y nosotros la hacemos bandera de batalla.

Lo mejor es admitirlos (se habla de ellos y de los latinoamericanos, por las mismas razones) y que continúen aquí su lavado de cerebro. Hay gente rara que cree que la televisión está dirigida sobre todo para fomentar la incultura: el Gran Hermano como arma en la lucha de clases contra el proletariado.

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