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EL 'CASO GUSINSKI'

'Hola, país de un solo partido'

Vladímir Gusinski probablemente no volverá a probar las hieles de la cárcel moscovita de Butirka, de la que ya fue inquilino durante tres días el pasado junio. Sin embargo, su victoria jurídica de ayer en España no puede compensar el fracaso que supone el desmoronamiento de su imperio mediático, el único que se ha atrevido a plantar cara a Vladímir Putin con una mercancía en vías de extinción en Rusia: la objetividad informativa.

En el pasado, Gusinski estuvo al servicio del Kremlin y sobre todo, dejando en el empeño jirones de ética, de la reelección de Borís Yeltsin en 1996, con la que se impidió la llegada de los comunistas al poder. Nadie tiene las manos limpias en este embrollo. Pero eso no evita que con la desaparición de la cadena de televisión NTV y del diario Segodnia, el cambio de equipo en el semanario Itogui y la amenaza que se cierne sobre la emisora de radio Eco de Moscú, el pluralismo informativo haya sufrido un golpe mortal.

Mijaíl Berger, el defenestrado director de Segodnia, titulaba ayer así un artículo publicado en Noviye Izvestia, diario del magnate Borís Berezovski: 'Hola, país de un solo partido'. El partido de Putin, por supuesto. No va desencaminado Berger. Sólo los liberales de Grigori Yavlinski y veteranos disidentes como Serguéi Kovaliov claman en el desierto y alertan contra la amenaza autoritaria y la supresión de las voces discordantes.

Unidad (el partido del Kremlin) y Patria-Toda Rusia (el de Yuri Luzhkov y Yevgueni Primakov) caminan hacia la fusión. El martes, ambas formaciones, más otras dos (Diputados del Pueblo y Regiones de Rusia), acordaron formar un consejo coordinador de sus estrategias en la Duma. Todo apunta a que eso hará que el Parlamento -con los comunistas incapaces de actuar como auténtica oposición- se parezca todavía un poco más a una simple correa de transmisión del Kremlin.

Gusinski purga ahora sus propios errores. Puede que, en cualquier caso, el Kremlin se las hubiera ingeniado para hacerle claudicar. Pero el patrón de Media-Most, incapaz de pagar sus deudas, se puso en manos de Gazprom, y el monopolio del gas, participado en un 38% por el Estado, no ha dudado en ejecutar la orden de aniquilación llegada del Kremlin.

Se acabó la cobertura objetiva de la guerra de Chechenia, donde 100.000 soldados rusos han sido incapaces de liquidar la resistencia guerrillera. Se acabó también la burla sarcástica de un Putin convertido en marioneta de látex. Se acabó una mirada fresca y diferente sobre la realidad rusa. Con el fin de la NTV, las grandes cadenas televisivas, con alguna diferencia de estilo, transmitirán a todo este inmenso país un mismo mensaje. Y el líder del Kremlin, rodeado de fieles y aduladores, podrá hacer aún más efectiva la vertical del poder que defiende con añoranza soviética.

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