Se idealiza la filosofía
Según parece, la reforma del Ministerio de Educación va a suprimir la asignatura de filosofía del segundo curso de bachillerato (carta del 4 de abril de Isabel García Pérez). Como suele ocurrir en estos casos, muchos se echan las manos a la cabeza por ello; se entonan cantos elegíacos acerca de la pérdida que para los alumnos supone la supresión de la filosofía por culpa de maquinaciones del Gobierno, cuyo fin es evitar que los adolescentes piensen, se comporten como borregos y se amansen ante el todopoderoso Estado. Pero entonces, ¿qué pasa con la educación pública y gratuita a cargo de ese ominoso Estado? ¿Debe ser abolida? La instrucción, ¿debe ser tarea de los padres o, volviendo a tiempos pasados, de la Iglesia? Si, en teoría, vivimos en un régimen democrático, ¿qué intereses espurios hay detrás de tal supresión?
Uno, modestamente, cree que se idealiza ingenuamente a la filosofía, aun considerando lo fundamental que es para el desarrollo de la persona. Pero el que se quite en un curso o se añada en otro no va a hacer mejores moralmente a los alumnos. Si tienen que discutir sobre la libertad o la moral, que lo hagan en buena hora, no tiene que faltarles la ocasión.
Se identifica la filosofía con el pensar por uno mismo con libertad. Pero, ¿cuántos filósofos han sido claros fautores del totalitarismo (de derechas y de izquierdas) y de la falta de libertad durante el pasado siglo? No pocos, sin duda. Porque el filósofo, el pensador, no tiene que ser necesariamente alguien con unas cualidades morales o intelectuales superiores a las de los demás. En cuanto a los perjudicados por la supresión, aunque se les ponga con calzador más horas de filosofía, la mayoría no va a dejar de regodearse con la telebasura y el pan y circo balompédico.
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