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LA CRÓNICA
Columna
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Gatos felices

Mi aversión a los gatos viene de lejos, cuando vivía en una casa que daba a una azotea y el gato del vecino se comía mis plantas para purgarse. No contento con eso me regalaba sus excrementos y no podía abrir la ventana, porque el olor -sobre todo en verano- era inenarrable. Muchas noches me lo encontraba plantado delante de mi puerta, marcando territorio, y cuando le gritaba me enseñaba los dientes, pero no se movía. Sé que el gato me odiaba tanto como yo a él, sólo cabía mirarnos a los ojos para saber qué pensábamos el uno del otro. Pero el súmmum de esta historia llegó la noche en que olvidé cerrar la ventana y encontré al gato maullando bajo mi cama. Huelga decir que sus amos pasaban olímpicamente -de mí y del gato- y harta de la historia llegué a considerar la idea de envenenarlo, de torturarlo, de ahogarlo o de meterlo en el coche y abandonarlo a cien kilómetros de su casa. No hice nada de ello porque mi naturaleza antiviolenta me lo impidió, pero reconozco que llegué a llorar de rabia por ese maldito gato.

En Barcelona viven cerca de medio millar de gatos callejeros. Su hábitat son los patios comunitarios, los jardines, los cementerios...

Pasaron los años y mi relación con los felinos no mejoraba, incluso llegué a creer que se habían confabulado contra mí, sobre todo el día en que uno de ellos -hará cosa de dos años- se coló en mi nueva casa y se comió lo que quedaba de un jamón. Vistas las cosas nadie entenderá por qué me decidí a hablar de una asociación llamada Progat BCN que se dedica a proteger a los gatos callejeros. Pero la vida tiene esas contradicciones y a mí me daba un cierto morbo volver a relacionarme con los gatos. La terapia funcionó y me sorprendí a mí misma del sentimiento de ternura que me despertó toda aquella camada de gatos que visité en un patio del Eixample barcelonés.

Se calcula que en Barcelona viven aproximadamente medio millar de gatos callejeros. Su hábitat son los patios comunitarios, los jardines, cementerios... Muchos vecinos los alimentan con restos de comida inadecuada para los felinos, mientras ellos crean todo tipo de enfermedades y se reproducen sin control (pueden parir dos camadas en un año). Cuando algún vecino se quejaba el Ayuntamiento lo resolvía, hasta ahora, cazándolos y llevándolos a la perrera municipal y si en una semana nadie se hacía responsable de ellos los exterminaban. La iniciativa de Progat BCN nació en 1998 para controlar la natalidad del gato mediante la esterilización, erradicar las enfermedades y fomentar un entorno agradable y una correcta alimentación. La asociación se mantiene gracias a los 370 socios y un buen puñado de voluntarios que colaboran. Hasta ahora no han recibido ninguna ayuda económica del Ayuntamiento, pero sí la colaboración en algún programa de esterilización.

Olga Carcelén es una de las responsables de Progat BCN. Con ella nos acercamos a un patio interior de la calle de Aragó, propiedad de un hotel. Allí encontramos unos 14 gatos retozando de felicidad. Una de las gatas amamantaba no sólo a su camada sino a la de otra compañera que correteaba entre los trastos abandonados en el patio; había gatitos que se dedicaban a arañar la ropa tendida, otros jugaban con una pelota improvisada con papel de aluminio, mientras, el gran jefe controlaba la situación en lo alto de unas escaleras. En el hotel le llaman 'el rey' y es el primero en montar las gatas y lucha con los machos que se le interponen. Ahora tiene un rival, un gato que espera usurpar el puesto, pero de momento 'el rey' lo mantiene a raya. Todos los gatos tienen un aspecto sano, tranquilo. Ese patio parece otro mundo, un mundo armónico donde reina la solidaridad, con todas las necesidades resueltas, sin problemas. Hasta da envidia ser gato, que para mí ya es mucho.

Esa vida feliz es lo que busca Progat BCN. Y en ese patio lo ha conseguido. 'Dar de comer a un gato genera problemas', cuenta Olga, 'un felino no come arroz ni espaguetis, se le debe dar pienso, que es más limpio y les estimula a beber, y también se ha de controlar su reproducción'. El trabajo de la asociación es cazar al gato, hacerle una revisión, esterilizarlo y devolverlo a su entorno totalmente sano. En caso de que la gata esté preñada intentan adoptar la camada y pasado un mes la esterilizan. Ya llevan 600 gatos castrados. 'La mayoría de los gatos que corren por los patios tienen un amo que los deja sueltos y engendran sin control. Una gata pare toda la vida. Antes aquí vivían unos cien'.

Esta tarde Olga viene acompañada del propietario de un garaje donde se coló un gato y que de allí no se mueve. El señor viene a buscar una jaula para cazarlo y llevarlo a esterilizar, luego piensa devolverlo al aparcamiento, porque ya se ha montado la vida allí.

¿Y eso de castrar es bueno? Pregunto yo un tanto desconfiada. Olga me afirma que los gatos son absolutamente felices -de hecho ya lo he comprobado-, no les causa ningún trauma y no se inquietan con el celo. 'No se debe comparar la esterilización felina con la humana', dice. Allí los dejamos retozando alegremente. Lástima que el gato que me martirizaba no hubiera pasado por las manos de Progat. Habría sido más feliz y no me habría martirizado.

El teléfono de Progat BCN es el 610 07 42 78.

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