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Columna
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VUELVEN LOS AIRES TEJANOS

La Casa Blanca está llena de gente que habla la lengua de Cervantes, empezando por su jefe, que se enorgullece de chapurrearla

WASHINGTON. Con la llegada de George Bush a la presidencia de Estados Unidos, el castellano, la margarita, la barbacoa, la siesta y el sombrero tejano se imponen ahora en la capital del imperio. El eje Washington-Hollywood de la época de Clinton ha dado paso a los ambientes del suroeste norteamericano

En los tiempos de Bill Clinton, uno podía sentir que existía un verdadero eje Washington-Hollywood. Un día venía Steven Spielberg a pasar un fin de semana en la Casa Blanca y, de paso, dejarle un cheque al presidente; otro te encontrabas un atasco de tráfico en Georgetown y era que Harrison Ford estaba haciendo allí unos exteriores; el de más allá te encontrabas a Barbra Streisand en una cena de corresponsales.

Ahora los ricos y famosos de Hollywood ya no vienen por las orillas del Potomac. Adoraban a Clinton, y más aún desde que supieron que también engañaba a su cónyuge, y su sucesor les parece un palurdo. Así que ya no ves entrar limusinas en la Casa Blanca, sino esas gigantescas furgonetas con la parte trasera abierta que los estadounidenses llaman pickup. Llevan matrículas del Estado de la Estrella Solitaria, y no es raro que de ellas desciendan caballeros con sombreros, pantalones y botas vaqueros y damas con apretadísimos trajes estampados. Con George W. Bush, el eje ha pasado a ser Washington-Tejas.

Como el café expreso sigue de moda, eso no es ni bueno ni malo para la vida cotidiana de sus habitantes, sino tan solo otra cosa. Hasta podría decirse que para un castellanohablante tiene sus ventajas. La Casa Blanca está llena de gente que habla la lengua de Cervantes, empezando por el jefe, que se enorgullece de chapurrearla. Y la cocina mexicana, en sus vertientes auténtica y tex-mex, es la reina indiscutible de la capital del imperio. Aún más, Bush ha aportado a Washington un estilo de vida y trabajo indiscutiblemente meridionales. Es mucho menos brillante e inteligente que Clinton, pero casi tan agradable en el trato directo y, sobre todo, mucho más relajado.

Por su situación geográfica, su clima extremadamente húmedo y caluroso en verano y su población mayoritariamente negra, Washington siempre ha sido una ciudad del Sur estadounidense. Con Bush se está convirtiendo en una ciudad del Suroeste, o sea, el área de Tejas, Nuevo México y Arizona. Si uno quiere ver a gente importante del nuevo Gobierno tiene que ir a restaurantes que se llaman Río Grande Café, Cactus Cantina, Enriqueta´s, Austin Grill, Capital Q o Guapo´s. En unos sirven buenas fajitas y quesadillas, en otros auténtica barbacoa tejana y en bastantes pueden tomarse soplapillas de postre. La margarita es el aperitivo de rigor y la Corona, la XX, la Negra Modela o la Clara Pacífico las cervezas habituales.

'Un presidente cambia de veras la química de esta ciudad', declara a la revista The Washingtonian Robert Strauss, que ha sido consejero de la Casa Blanca en las últimas tres décadas. Con los Kennedy brilló el viejo, pintoresco y agradable barrio de Georgetown, donde la dinastía tenía vivienda, y por allí desfilaron gente como Frank Sinatra y Marilyn Monroe.

Con los Reagan se impusieron las sanas ensaladas californianas y, coincidiendo con la emergencia de CNN, el Despacho Oval se convirtió en un puro plató televisivo. Con Clinton, 'el primer presidente rock & roll', como le llama Joe Eszterhas, la ciudad se hizo más cool, o sea, más enrollada, más moderna. Al fenómeno también contribuyó el que, con America Online, Celera y otras empresas punteras de Internet y la biotecnología, los suburbios de Washington se llenaran de jóvenes genios y ejecutivos.

Bush es el toque de Tejas, y nadie puede discutir que este rico e inmenso Estado tiene una gran personalidad propia. Para una veterana de la vida social washingtoniana como Jody Powell, el problema es que Tejas tiene 'demasiada' personalidad. 'La barbacoa tejana', dice Powell, 'está hecha con vaca, cuando, como todo el mundo sabe, la verdadera barbacoa se hace con cerdo. Si no vigilamos de cerca a estos tejanos que han desembarcado en Washington, son capaces de hacer barbacoa de cabra'.

Pues sí, los tejanos no se cortan un pelo. En Washington sorprenden a todo el mundo diciendo 'hola' al entrar en un ascensor. Semejante muestra de sociabilidad meridional no entraba hasta ahora en las costumbres locales. Pero el que manda manda y el kitsh tejano de las hebillas de plata de los cinturones y los cuernos de vaca en el automóvil se impone a la vera del Potomac.

Así que, ya lo saben, la capital del imperio se desayuna con huevos rancheros o tacos y se pasa el día pensando en las delicias de la barbacoa nocturna. Ahora que va llegando el buen tiempo, Bush sueña con organizarlas en el Rose Garden. Recientemente reconoció a los reporteros que no es 'el mejor cocinero del mundo', pero que en su rancho tejano le salen muy bien las palomas torcaces que él mismo ha cazado a tiros. 'Hay que desplumarlas, sacarles la pechuga y ponerlas a asar en el fuego, con un poco de bacon y de jalapeño', dijo.

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