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Columna
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Lis vuelve a las andadas

El vicepresidente primero de la Diputación de Valencia, Antonio Lis, ha estado en un tris de hacernos creer que había arrumbado su dialéctica chispeante y combativa en beneficio de la templanza. Colegíamos que, veterano de mil batallas políticas, como es, había declinado el dudoso honor de instituirse en el ariete destemplado y ruidoso de su partido, el PP. Tanto más cuando es sabido que su talento para la maniobra alcanza las mejores prestaciones trajinando silentemente entre bastidores. Por otra parte, había tenido la oportunidad de comprobar que sus ingeniosidades y salidas de pata de banco, aunque celebradas por los incondicionales, no mejoraban sus expectativas de escalada en el organigrama institucional.

Sin embargo, y como parece, ha vuelto a las andadas, cansado de ser prudente y de no salir en los papeles. Para ello, se ha puesto al rebufo de su superior jerárquico en la corporación provincial, despachándose a gusto contra Acció Cultural del País Valencià y los cofrades que celebran el 25 de Abril en la plaza de toros. Sin matizar, los ha puesto a todos dentro de un mismo saco, reputándolos de vándalos, incontrolados y apologetas del terrorismo. Como es obvio, la descalificación se disuelve en su enormidad, pues soslaya maliciosamente la enjundia e imaginación de los actos programados en el coso taurino por la citada entidad y exagera lo que, siendo sin duda censurable, no pasa de ser una kale borroca a la valenciana: una anécdota pueril comparada con la severidad de la condena. Y él lo sabe perfectamente.

Recuperada como aparentemente deseaba la notoriedad mediática, el ilustre diputado podría aprovecharla para explicar a los contribuyentes la gravosa y extravagante financiación del concierto de Tom Jones a cargo de los dineros de esa corporación. Verdad es que 16,6 millones de pesetas son bien poca cosa en el caudaloso -y proceloso- mar económico de esa casa. Pero tampoco es una cifra simbólica cuando la Hacienda autonómica arrastra un déficit temerario y mal explicado al tiempo que sus responsables, acuciados por los necesarios recortes presupuestarios, arriesgan sus propias coletas. Ya sabemos que estas minucias se arreglan mediante un leve maquillaje contable. Pero lo que no se disimula en manera alguna es la estupidez del gasto, madre de todas las sospechosas connivencias. ¡Rumbosos de pacotilla!

Para acabarlo de arreglar, el belicoso vicepresidente, y quizá a su pesar -decimos en su favor-, goza de un trato singularmente favorable por parte del periódico que dirige Sánchez Carrascosa, tan inclemente con todo quisque con credencial vigente o amortizada de progresista. En términos coloquiales y meramente descriptivos diríase que tienen un cerdo a medias. Tanta coincidencia en actitudes y mutuas deferencias nos conminan a concluir que ambos están en la misma sintonía política y acaso social. Algo que sería realmente chocante y que podría ser revelador de las piruetas que en algunos tipos, decimos de Lis, propicia su desarme ideológico. Pero en todo caso, tal alineamiento o cambio de chaqueta no autoriza a ejercitar en un hombre inteligente la iracundia del converso contra este nacionalismo valenciano que, quiérase que no, sigue intitulando la mejor hoja de servicios al país.

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