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Congresistas del PRI exigen la refundación del partido mexicano

Los disidentes amenazan con la escisión

Juan Jesús Aznárez

Dos senadores, una diputada y dos ex diputados forman la vanguardia del grupo denominado Renacimiento, dispuesto al cisma si el PRI no cambia de perfil ideológico, nombre, siglas, emblemas e incluso de colores. 'Un grupo de compañeros ha coincidido en ideas trascendentales: reconocer que el PRI ha cumplido su ciclo histórico y que es necesario abrir otro', informó a la prensa el senador Genaro Borrego. El PRI, dijeron los promotores de la nueva formación, no fue concebido para existir sin el poder presidencial, ni mucho menos frente a gobernantes de otros partidos.

La presidencia de México está ocupada desde el primero de diciembre pasado por Vicente Fox, del conservador Partido de Acción Nacional (PAN), fundado para combatir políticamente al PRI, creado poco antes, en 1929, por los caudillos y jefes militares que hicieron la revolución mexicana. Su ideología fue de izquierda, centro o derecha, de acuerdo con los planes políticos, económicos o sociales del presidente del Gobierno de turno, la verdadera referencia del poder durante los años de excluyente hegemonía.

El fatalismo del grupo alzado ahora no es compartido por la dirección del partido que fue régimen, convencida de que superará las actuales divisiones a través de un diálogo abierto, franco y no exento de sobresaltos. 'Todo esta sujeto a debate en el partido, desde el liderazgo a la ideología', comentó a este diario un alto mando del PRI. 'Creo que podemos hacer una oposición a Fox valorada por la sociedad. No será destructiva ni sistemática sino responsable'.

De momento, y pese a las discrepancias sobre el indigenismo o la reforma fiscal, los 210 diputados del PRI, en una Cámara de 500, y sus 60 senadores, en una Cámara de 128, mantienen las filas bastante prietas. El PRI retiene además la gobernaduría de 19 de los 31 Estados.

Los promotores de la desaparición del PRI sostienen que la sociedad mexicana exige un partido con vida propia, capaz de presentar caras nuevas, con las manos limpias y sin esquemas corporativos. En el PRI pugnan los dinosaurios o conservadores y los tecnócratas o modernizadores. El analista José Antonio Crespo considera que el renacimiento pasa por la eliminación de los lastres que sirvieron a su dominación: 'La estructura sectorial, las obsoletas y pesadas corporaciones, el arcaico liderazgo dinosáurico, el añejo discurso revolucionario que ya nada dice y que, por el contrario, invoca a viejos fantasmas'.

Durante la última reunión de su Consejo Político Nacional, el partido lamió a fondo las heridas abiertas por la derrota electoral del pasado 2 de julio, que atribuyó fundamentalmente al desgaste del poder, a los escándalos y la impunidad, a la pobreza no derrotada -casi la mitad de los cien millones de mexicanos la padecen- y a desigualdades que el conservadurismo atribuyó a los efectos del liberalismo económico aplicado por el Gobierno de Ernesto Zedillo (1994-2000).

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Perdido el poder, se perdió la cohesión, el deseado líder no acaba de aparecer y progresivamente se alejan los sindicatos verticales y el campesinado, dos de las principales canteras de votos. Políticos que nunca fueron demócratas exigen democracia interna, otros que abrazaron el pluralismo cuando cayó el muro de Berlín cruzaron reproches con la reacción y todos dan por buena la catarsis y las bilis si conducen al renacimiento de un partido que, como el camaleón, cambió de muda a rebufo de la climatología política y económica en boga.

Los motivos del desastre

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