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Crítica:CLÁSICA
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Bach en su esplendorosa intimidad

Como cada año sucede en tantos lugares del mundo, volvió La Pasión según san Mateo, de Juan Sebastián Bach, a los atriles de la Orquesta y Coro nacionales con Rafael Frühbeck de Burgos al frente. Y el auditorio de Príncipe de Vergara se colmó de público que, una vez más, experimentó la emoción hondísima ante el gran monumento legado a la humanidad por el Cantor de Santo Tomás.

Nada nuevo, pues, sucedió ya en 1828 cuando Mendelssohn y Zelter resucitaron, años de distancia de su primera interpretación, la grandiosa e íntima composición dramática y religiosa. 'La sala repleta' -escribe Fanny Mendelssohn desde Berlín 12 días después del acontecimiento, esto es, el 22 de marzo- 'daba la impresión de un templo; el más profundo silencio, un recogimiento solemne, reinaban en el público'. De esta resurrección queda, aún hoy, una huella: la interpretación de La pasión en las salas de concierto, algo que impone y hace perdurar el gusto de los públicos hasta crear un repertorio, y no al revés como algunos suponen.

La pasión según san Mateo

Orquesta y Coros nacionales y Escolanía del Recuerdo. Director: Frühbeck de Burgos. Auditorio Nacional. Madrid, 6, 7 y 8 de abril.

Sucede, esto sí, que en el caso de las creaciones perdurables con la mudanza de los tiempos, unida al trabajo de los investigadores, cambia de manera de entender unos pentagramas sustancialmente inequívocos. Queda claro en ésta como en otras versiones de Frühbeck de Burgos, pues desde el ya lejano clamor romanticista ha accedido al recogimiento y la intimidad religiosa o simplemente estética. Únicamente falta en la acomodación de La pasión a las salas de concierto, la especialidad establecida por Bach en la disposición de los grupos instrumentales y, sobre todo, corales que, acaso, podría intentarse alguna vez en el auditorio o en una iglesia con posibilidades.

Las obras-acontecimientos (y mucho tiene de tal La pasión como en el siglo siguiente la Novena sinfonía) imponen una característica tensión que, sin embargo, puede dañarlas. Preferiré siempre la normalidad que el abultamiento, y esto tiene La pasión de estos días madrileños. Me parece el gran triunfo de Frühbeck en su renuncia a la teatralidad, su inmersión, meditada, intensa, en una naturalidad flexible y humanísima de la que se deriva una emoción intensa. Todo se logró, por supuesto, con la valiosa colaboración del Coro Nacional, que cuida Steubing-Negenborn, y de la Escolanía del Recuerdo, de César Sánchez, cuya larga labor merece un reconocimiento público.

Un grupo de muy notables y prestigiados solistas vocales, procedentes de Alemania, Austria y Estados Unidos, enalteció arias, ariosos y escenas con merecida cita especial para el Evangelista (G. Pregardien), en la parte más unificadora y bella del conjunto, así como para el Jesús (O. Bär) y los intérpretes de las arias, R. Ziesak, I. Vermillón, J. Taylor y P. Edelmann. Dentro del alto nivel general se mantuvieron los solistas instrumentales de los continuos -extraordinario el trabajo de Kaori Uemura, viola de gamba- y vocales en los papeles más breves.

En definitiva, una Pasión verídica y un triunfo para todos.

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