Detenido el joven que mató a puñaladas a su ex novia en Madrid
Eduardo Orodea, de 24 años, se entregó ayer a la policía, 18 horas después de matar a su ex novia, Isabel Santos, de 26, en un restaurante de la cadena Pizza Hut, en la calle de Antonio López, en Madrid. De siete navajazos acabó con la vida de la joven. El detenido refirió, en su declaración ante la policía, que mató a Isabel porque estaba 'muy enamorado' y porque ella 'no quería saber nada' de él.
Orodea, siempre según la versión policial, señaló que, cuando se acercó al restaurante, en la mañana de ayer, no iba con intención de matarla, sino de suicidarse. 'Pero cuando vi que no me hacía caso, no sé lo que me pasó y le clavé la navaja', añadió. El homicida confeso recordó que después del crimen huyó con su moto y, en una plaza cuyo nombre no recuerda, abandonó el vehículo con la intención de tomar un taxi. 'Así recorrí media ciudad, sin saber adónde ir', declaró. Pero reconoció que tuvo tiempo de pasarse por la empresa de seguridad donde trabajaba como guardia jurado. 'Fui para ver si había algún compañero amigo, pero no había nadie. Después cogí el taxi y me fui a Aravaca', declaró.
El detenido afirma que estuvo conviviendo con Isabel desde mediados del 1998 hasta finales de 1999. Fue una relación repleta de 'peleas y reconciliaciones'. Fruto de esas trifulcas fue una denuncia interpuesta por Isabel en 1999 contra él por agredirla con un cuchillo en el domicilio de la pareja. Orodea reconoció en su declaración sufrir con asiduidad abundantes depresiones y que Isabel le ayudaba a 'salir de las crisis'.
El homicida decidió entregarse a la policía a las 6.40 de la mañana de ayer, después de merodear por la urbanización de lujo Monreal, en el barrio de Aravaca, y de pasar allí la noche en una caseta de obras abandonada.
A las 06.40 de la mañana del miércoles decidió telefonear al 091. Tras diez minutos de conversación, el agente que atendió la llamada le convenció de que entregarse era lo mejor que podía hacer.
Ayer un centenar de mujeres del Foro contra la Violencia Doméstica se concentró a las puertas del restaurante donde murió Isabel, para pedir un cambio de actitud social, judicial y política contra esas agresiones que equipararon a los actos terroristas.
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