Brasil no ha variado la distribución de su renta en la última década, pese a la mejora de algunos indicadores sociales
Dos recientes investigaciones realizadas por el Instituto Brasileño de Geografía y Estatística (IBGE) y por el Instituto de Investigación Económica Aplicada (IPEA) han revelado que en los últimos diez años, desde el Plan Real hasta hoy, en Brasil se mantiene inalterada la atávica injusta distribución de la riqueza, una de las peores del mundo, por debajo incluso de países africanos como Zambia o Costa de Marfil y por supuesto por debajo de otros países suramericanos como Argentina, Venezuela, Colombia, México o Perú. Y eso, a pesar de haber mejorado en el mismo periodo la mayoría de los otros indicadores sociales.
La injusta distribución de la renta es un mal endémico en Brasil que permanece sin alteración alguna desde hace 25 años. El 1% de la población más rica concentra la renta del 50% de los más pobres. El 10% de los más ricos se embolsa 28 veces la renta obtenida por el 40% más pobre. Un porcentaje que en Zambia es de 17 veces, de 20 en Costa de Marfil y de 21 en Kenia. En Portugal es de 8 veces, en Argentina de 10 y en México de 16.
Según Ricardo Henriques, uno de los investigadores del IPEA que comparó el grado de desigualdad de la renta en Brasil con la de otros países, esta sociedad "convive desde hace tanto tiempo con la desigualdad que ha pasado a considerarla un fenómeno natural perdiendo la sensibilidad sobre el tema". Y añade: "Brasil camina bien en la franja más rica de la población y como el país es eficiente y su PIB [producto interior bruto] aumenta, se ha llegado a la conclusión de que es normal tener una sociedad tan desigual".
Para los observadores, esta lacra de la desigualdad social en Brasil, que supera a países infinatamente más pobres que él, radica en la falta de reformas políticas capaces de encontrar mecanismos para una más justa distribución de la riqueza. Lo que ocurre es que con la mitad de la población activa y sin hambre este país consigue crecer a pesar de que la otra mitad de la población sigue marginada. De hecho, según la encuesta del IBGE, casi todos los indicadores sociales han mejorado en esta última década.
Así, con 160 millones de habitantes, de los cuales más de 40 viven con menos de un dólar al día, el índice de expectativa de vida ha pasado sin embargo de 66 a 68 años (en las mujeres, a 72) y el índice de natalidad bajó de 5,8 hijos a 2,3. Ha disminuido considerablemente el índice de analfabetismo, que pasó del 17% al 13%. El tiempo medio de estudio de los brasileños saltó de 5,3 a 6,5 años y, de los niños entre 7 y 14 años, el 95,7% va a la escuela. La mortalidad infantil ha bajado del 20%.
Es, pues, un paíos que crece, pero que arrastra aún las huellas vivas de una grave desigualdad regional, social y racial. El índice de analfabetismo de los negros es, por ejemplo, aún del 21%, frente al 8% de los blancos y el 19,6% de los mulatos.
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