Fallecimiento por accidente en el recreo
En los últimos días, los medios de comunicación han dado a conocer la sentencia del Tribunal Supremo en la que se condena al director de un colegio público y al Ministerio de Educación a indemnizar de forma solidaria a la familia de un alumno fallecido en un accidente ocurrido durante el recreo, imputándoles la responsabilidad de esa muerte.
Entendemos la magnitud de la desgracia, comprendemos a la familia que reclama y el establecimiento de una indemnización que, por cuantiosa que fuese, nunca resultaría reparadora. Ahora bien, con la misma contundencia, como profesores/as de centros públicos, queremos manifestar nuestra indignación personal y profesional.
Los medios de comunicación nos transmiten, como contenido de la sentencia, que el daño 'no forma parte del servicio público de enseñanza'.
Con esta lógica, para evitar posibles daños que no forman parte de este servicio público, habrá que evitar algunos accesos a los centros, la subida y bajada de escaleras, la utilización cotidiana de los laboratorios y talleres, el mero traslado entre aulas del alumnado en cada cambio de clase, enchufar y desenchufar los proyectores y los ordenadores, utilizar pistas deportivas y gimnasios, el recreo, jugar y, por supuesto, las salidas del centro para realizar actividades extraescolares y viajes de estudios, aunque formen parte de la programación.
Esta sentencia nos recuerda que, cada día lectivo, con el propósito de enseñar y educar, miles de profesores/as corremos el riesgo de ser acusados y condenados por las consecuencias derivadas de la dinámica normal de los centros, en los que, de forma habitual, se optimizan los recursos de los que disponemos.
Eso sí, la Administración no contesta, o lo hace denegando lo que reiteradamente solicitamos: personal de vigilancia para los patios y recintos, personal sanitario para cada centro o zona escolar, recursos para el arreglo inmediato de desperfectos, personal para desdobles permanentes en la áreas de metodología más activa y utilización de herramientas, etcétera.
Así las cosas, creemos necesaria una seria reflexión sobre las consecuencias colaterales de nuestro trabajo. Si llegamos a la conclusión de que enseñar puede llevarnos a una acusación y a una condena, terminaremos en una práctica docente más segura (ni la inmovilidad la garantizaría completamente), que no será ni práctica ni docente.
Por supuesto, el más perjudicado será el alumnado, todo el alumnado.-
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