_
_
_
_
Columna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las columnas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

Apuestas

Algunos empresarios echan de menos a Unión Valenciana más que sus propios votantes. A menudo lamentan su desaparición del ámbito parlamentario, y sobre todo de las instituciones que ocuparon, y convierten las sobremesas de los reservados de ciertos restaurantes en velatorios donde la aflicción alcanza una gran calidad de destilado. Y no porque el programa de esta organización, que atraviesa horas bajas acaso hacia su extinción total, satisficiera sus necesidades políticas, sino porque le podían sacar mucho jugo empresarial al partido en unas coyunturas en las que decantaba mayorías y tenía la última palabra en las Cortes. Tanto que incluso hubo un empresario de Castellón que en las pasadas elecciones autonómicas pretendió financiar él solito, ante la indignación del resto de jugadores, la campaña de este partido para, llegado el caso, poder engullir toda la torta de un mordisco. A Unión Valenciana tampoco le venía mal esta presión, que alcanza a cualquier organización política con posibilidades en vísperas electorales y que ha llegado a desarrollar recaudadores muy profesionales. Aunque esa correspondencia casi siempre deja la cuneta llena de cadáveres. Ahora se trata de empresarios que han quedado al margen de las contratas públicas, de las privatizaciones de las ITV o del gas, del reparto de Terra Mítica y su anillo, de la obtención de licencias de obra y de otros pasteles que sólo se zampa el selecto y voraz círculo habitual. En cierto modo, la cuña de Unión Valenciana frenaba al PP y propiciaba un reparto que, siendo arbitrario por sistema, podía resultar más equitativo. Pero la mayoría absoluta redujo drásticamente este margen de maniobra. Por eso ahora, a punto de cumplirse el segundo aniversario de su catástrofe en las urnas, añoran a Unión Valenciana. Sin embargo, varios de estos empresarios ya se consuelan mirando hacia el Bloc Nacionalista Valencià, partido que determinados oráculos engordan con su propio eco para reemplazar a Unión Valenciana en aquella situación de bisagra. Han decidido ponerle unas velas y están dispuestos a derramar más lágrimas que su electorado si fuera necesario. Porque en el fondo sólo se trata de un juego.

Lo que más afecta es lo que sucede más cerca. Para no perderte nada, suscríbete.
SIGUE LEYENDO

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_