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En defensa de los otros clones

Los experimentos que pretende hacer Severino Antinori se llaman 'de clonación reproductiva', esto es, la destinada a obtener niños genéticamente idénticos a uno de sus padres (o a cualquier otro adulto). Esta práctica, inédita por el momento, cuenta con muy pocos apoyos entre los científicos serios. Pero hay otro tipo de clonación humana, llamada 'terapéutica', que los investigadores de todo el mundo respaldan de forma aplastante por su enorme utilidad médica. Los científicos temen que el rechazo social y político a la clonación a la Antinori arrastre consigo a una técnica que puede salvar millones de vidas.

Ian Wilmut y Rudolf Jaenisch no olvidan subrayar esa cuestión en su artículo de Science: 'La reacción pública a los fracasos de la clonación humana [reproductiva] podría obstaculizar la investigación sobre células madre embrionarias para la reparación de órganos y tejidos [...]. El beneficio potencial de esta clonación terapéutica de células será enorme, y esta investigación no debería asociarse a los activistas de la clonación humana reproductiva', señalan los dos científicos.

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Las dos clonaciones empiezan igual. Pero divergen después de que el núcleo adulto haya sido introducido en un óvulo para generar un embrión clónico. En la clonación reproductiva, ese embrión sería implantado en el útero de una mujer para producir un niño clónico. En la clonación terapéutica, el embrión nunca llega a implantarse, sino que, tras unos días de desarrollo en el laboratorio, se destruye para obtener de él células madre: células capaces de reproducirse indefinidamente en placas de laboratorio, y que luego son capaces de diferenciarse en cualquier tipo de tejido adulto. Tejidos que luego se pueden trasplantar a un paciente.

Casi todos los científicos están seguros de que esos tejidos se podrán usar para curar o paliar el Parkinson, el Alzheimer o la diabetes, para reparar un corazón dañado por un infarto, para revertir las lesiones medulares y para otros incontables y vitales usos médicos.

Las células madre se pueden obtener de cualquier embrión humano -por ejemplo, de los embriones sobrantes de los tratamientos de fecundación in vitro-, pero así no sirven de gran cosa. Para que las células madre sean realmente útiles en medicina, el embrión del que se obtienen debe ser un clon del paciente. De esta forma, los tejidos que después se trasplantan son genéticamente idénticos al paciente y se evita por completo el problema del rechazo.

La clonación, incluida la terapéutica, está prohibida en casi todos los países occidentales. Los legisladores podrían reconsiderar esa situación, pero los experimentos de Antinori no les van a ayudar mucho a dar el salto.

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