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Un grupo musulmán se hará cargo de los menores de Ceuta

El Gobierno de Ceuta quiere firmar, 'en el plazo de diez días', un convenio con una organización humanitaria local denominada Luna Blanca para que se haga cargo de los 300 menores que deambulan por las calles de la ciudad autónoma. El grupo, de carácter musulmán, se ocupará también de localizar a los familiares de los muchachos en Marruecos, con vistas a su repatriación.

La noticia ha sido confirmada a este periódico por el consejero de Bienestar Social, Mohamed Chaid. Hasta hoy, Luna Blanca era una institución desconocida. Ni la Administración central ni la delegación del Gobierno ni otras ONG, ni siquiera la Asociación de Trabajadores Inmigrantes Marroquíes en España (ATIME), tenían noticia de su existencia.

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Está vinculada al imam Hamed Liazid, máxima autoridad islámica de Ceuta. Se halla inscrita en el registro de asociaciones de la Delegación del Gobierno desde 1994, y desarrolla su labor en las mezquitas de la ciudad. En la planta baja del más importante de estos templos, el de Sidi Embarek, posee varias aulas de apoyo educativo, iniciación islámica y aprendizaje de árabe.

El imam Hamed Liazid declara: 'Será una tarea arriesgada hacernos cargo de esos menores. Son niños muy difíciles, que han sufrido mucho y que no están integrados en la sociedad'. El viernes tiene previsto visitar el centro de acogida de San Antonio, en donde se alojan 70 chavales de entre 10 y 17 años, para ver si esas instalaciones, que fueron la casa del antiguo comandante de Marina, 'están tan mal como dicen'.

El desembarco de Luna Blanca ha comenzado con mal pie. Los 18 monitores encargados del centro San Antonio han recibido una carta de despido del ayuntamiento. Su protesta ha destapado el infierno en el que viven los menores que aprovechan las aglomeraciones en la frontera del Tarajal, en donde un puñado de policías y guardias civiles intentan controlar diariamente el paso de 25.000 personas, para colarse en la ciudad.

Pegamento y sodomía

La mayoría de estos chavales se alimentan de sobras que encuentran en los basureros, viven en cuevas que excavan en las montañas y se drogan con pegamento gunitex. Cuando no lo tienen a mano, rompen los retrovisores de los coches y aspiran la cola que sujeta el espejo a la base. Para combatir el frío se orinan encima. El hedor que despiden les ha valido el calificativo de 'mofetas', que ellos asumen con orgullo. Forman pandillas pendencieras en las que los jefes ejercen una autoridad feudal que en muchos casos incluye la sodomización de los más pequeños.

Amparados en la impunidad que les proporciona su edad, algunos trabajan de sicarios para delincuentes de Ceuta o de Marruecos. Otros se prostituyen. En abril de 2000 la policía detuvo a tres adultos que habían hecho proposiciones deshonestas a un grupo de entre 8 y 15 años, a los que ofrecían cantidades desde 300 a 3.000 pesetas. El juicio aún está pendiente.

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