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Reportaje:FÚTBOL | Internacional

La noble 'traición' de Duberry

El testimonio del defensa del Leeds puede enviar a la cárcel a su amigo y compañero Woodgate, presunto agresor de un estudiante

La traición no siempre carece de valentía. El traidor puede convertirse en un héroe. Como ocurrió la semana pasada en un juicio en el Reino Unido en el que los protagonistas, testigo y acusados, fueron jugadores del Leeds, rivales del Deportivo en la Liga de Campeones.

Michael Duberry, que juega de central en el equipo de los reservas del Leeds, hizo unas declaraciones que podrían llevar a a la cárcel a su mejor amigo, Jonathan Woodgate, también central del Leeds, pero indiscutible titular. Duberry, de 25 años, lloró tras declarar: 'La gente dirá que he vendido a mi colega para salvarme a mí mismo. Pero, si salvarme a mí mismo significaba también decir la verdad, eso es lo que tuve que hacer'.

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Según Duberry, la verdad es que Woodgate había mentido al tribunal la semana anterior al afirmar que no había participado en una brutal agresión contra un universitario. El propio Woodgate, de 21 años y ya internacional absoluto inglés, le confesó haber estado en 'una pelea' en la noche del incidente.

De acuerdo con los hechos reconstruidos por la policía, fueron cuatro contra uno en dicha trifulca. Woodgate y Lee Bowyer, otro titular del Leeds, y dos amigos del primero contra Sarfraz Najeib, un joven británico de origen asiático que sufrió una fractura en una pierna y seis en la cara. Pese a la raza del agredido, su abogado ha insistido en que el motivo del ataque no fue racial.

Los dos jugadores y sus compañeros persiguieron, enfurecidos, a Najeib tras una discusión a la entrada de una discoteca de Leeds poco después de la medianoche. Borrachos pero veloces, según la versión policial, alcanzaron a su presa y uno de ellos derribó a Najeib, delgado y con gafas, con una zancadilla. Najeib, que no había bebido alcohol, perdió el conocimiento. Pero no cesaron las agresiones.

'No oí ningún ruido de su parte', declaró un testigo; 'era como si estuvieran dando patadas a un cadáver'. Otro dijo que uno de los agresores se había arodillado ante el estudiante 'inmóvil' y le había mordido 'como un perro'.

Todavía, 14 meses después, es visible en el rostro de Najeib la cicatriz del mordisco que, según él, recibió esa noche. La policía ha señalado a Paul Clifford, amigo de Woodgate de toda la vida, como el culpable. Duberry no estuvo presente en la agresión, pero esa misma noche recogió a Woodgate y sus dos amigos en su coche y los llevó a su casa. Bowyer volvió a la discoteca.

Mientras tomaba una taza de té, Woodgate confesó a Duberry lo de 'la pelea'. Un poco más tarde Duberry dijo que llamó por teléfono a su casa otro compañero del Leeds, el delantero Michael Bridges, para informarles de que Najeib se había quedado 'medio muerto', que había llegado la policía, que una ambulancia le había llevado al hospital. Woodgate y sus dos amigos, declaró Duberry, se quedaron helados.

Ésta no fue la versión de los hechos que Duberry dio a los agentes cuando le interrogaron a los pocos diás de los hechos. Al contrario. Reconoció ante el tribunal la semana pasada que, asesorado por un abogado del Leeds, mintió a la policía para proteger a su amigo.

El problema para Duberry es que la policía sospechaba que estaba mintiendo cuando hizo sus primeras declaraciones y que habían decidido procesarle a él también por obstaculizar a la justicia, por ser cómplice de los agresores de Najeib. Con lo cual él también corría el riesgo, de repente, de acabar en prisión.

Duberry, tan amigo de Woodgate que los dos veranearon juntos el año pasado, reconoció ante el tribunal que ha sufrido una angustia terrible. 'No he podido pensar en ninguna otra cosa durante las últimas ocho semanas', dijo; 'sólo anoche decidí lo que iba a hacer. No ha sido nada fácil'.

Como tampoco será nada fácil para Woodgate, si lo condenaran, pasar el resto de sus días pensando en lo que habría sido de su vida si aquella noche nefasta se hubiera quedado en su casa.

Porque Woodgate, como Bowyer, es una de las estrellas del joven equipo del Leeds. Fuerte, inteligente y con mucha más habilidad de lo normal para un defensa inglés, le esperaba una década de fama, gloria y riqueza . Pero, tras la traición de su mejor amigo, puede que lo único que le quede sea la fama.

Michael Duberry, en un partido.
Michael Duberry, en un partido.REUTERS

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