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La espiral del silencio

La importancia del voto oculto que reflejan los sondeos de la precampaña electoral vasca dificulta notablemente las estimaciones de los analistas a la hora de prefigurar la composión del futuro Parlamento autonómico. Ante la falta de respuestas, constatado que el silencio obedece en muchos casos a un actitud de ocultamiento deliberado, los expertos se ven obligados a considerar los comportamientos precedentes de esos votos incógnitas y a tener en cuenta las muy particulares circunstancias que se viven en Euskadi. Porque en el caso vasco, el porcentaje de electores potenciales que 'no sabe', 'no contesta', establecido convencionalmente en el 20%, se ha disparado, según la encuesta del CIS (Centro de Investigaciones Sociológicas), hasta el 34%.

Esa renuencia a confesar las verdaderas intenciones electorales, ese conocido mutismo vasco, por lo visto en franca progresión, responde a lo que los sociólogos llaman 'la espiral del silencio' y 'el círculo del miedo', característicos de las sociedades sometidas a una excesivo control. Es algo que se manifiesta no sólo en el temor a sincerarse ante un extraño, sino también en la prevención íntima a formular abiertamente deseos por temor a las consecuencias que eso puede acarrear. Los análisis de la sociología electoral vasca descubren que junto al clamor por un cambio sustancial se produce una sensación de vértigo ante el temor que suscita ese mismo cambio. De ahí, quizás, que la alternativa PP-PSE sea tan poco visible en los sondeos que han empezado a proliferar.

Veinte años de hegemonía nacionalista han asentado además la creencia de que el PNV es el doble garante del autogobierno vasco y el dique más amplio de contención frente al terrorismo y el radicalismo. La decepción, profunda, por el comportamiento último del PNV no disuelve enteramente el miedo al futuro, el temor, patente en el sociedad vasca, a que las cosas puedan ir todavía a peor con el nacionalismo en la oposición. Aunque la actuación de ETA -no son votos lo que busca la organización terrorista en esta campaña- acrecienta, en efecto, la sensación de haber alcanzado un punto límite que obliga a mirar la realidad de frente y a deshacerse de temores y prejuicios, cabe dudar seriamente de que los principales beneficiarios vayan a ser los partidos de la alternativa. De hecho, parece claro que los asesinatos consolidan y precipitan el probado trasvase de votos de EH hacia la coalición PNV-EA, al tiempo que incrementan el temor al cambio en determinados sectores. En el campo no nacionalista, es el PP, aparentemente, el que se refuerza con la polarización y el desgarro que provocan los atentados. El asesinato, hace un año, del dirigente socialista Fernando Buesa no supuso, entonces, una aportación electoral significativa al PSE-EE, según el director del Euskobarómetro, Francisco Llera.

En líneas generales, los sondeos realizados hasta ahora constatan la fortaleza del PNV-EA, el vigoroso ascenso del PP y la pérdida de EH, pero dejan un cierto interrogante sobre la capacidad del PSE-EE de sobreponerse a la tentación abstencionista de su electorado, un problema casi endémico cuando se trata de elegir al Parlamento vasco. Con los datos en la mano, la posibilidad de que PP y PSE-EE puedan imponerse en número de escaños a la alianza PNV-EA depende fundamentalmente del comportamiento del electorado socialista. En los pasados comicios autonómicos de 1998, por ejemplo, la participación electoral en enclaves socialistas, como la margen izquierda de Bilbao, Irún y la propia Vitoria, rondó el 65%, en contraste con el 80% registrado en municipios de predominio netamente nacionalista.

A su proverbial abstención en el campo autonómico, estimada entre tres y cuatro puntos, el PSE-EE tiene que añadir la volatilidad en este terreno de una parte de su voto. Un sector del electorado que les apoya generalmente en las legislativas generales practica el denominado 'voto dual', de forma que se decanta por el PNV en las elecciones al Parlamento vasco. Además, los socialistas han perdido ya, en beneficio del PP, el voto prestado del centro derecha español que se les unió mientras fueron la primera fuerza no nacionalista. Las tornas se han cambiado y es el PP el que capitaliza ahora la búsqueda del voto útil, con el agravante para los socialistas de que la vigorosa opción de los populares va pareja a la animadversión que suscita y complica la defensa desde el PSE-EE de formar una alternativa conjunta.

Los populares vascos, que han rebasado claramente el 17,3% establecido por el centro derecha español en las primeras elecciones generales de la democracia de 1977, podrían hacerse con 21 de los 37 escaños que dan la mayoría absoluta del Parlamento autonómico si repitieran los resultados de las generales del pasado año. El flanco débil de la alternativa no nacionalista es aparentemente el PSE-EE, partido que necesita que su electorado se comporte en estas autonómicas como si fueran elecciones generales. Eso o que el miedo que atenaza las voluntades acabe por resquebrajarse definitivamente.

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