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A PIE DE OBRA
Columna
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Tosar-Tabucchi

Marcos Ordóñez

Un gran actor: Pep Tosar. Un gran espectáculo: Revés. Un espectáculo mínimo, humilde y poderoso sobre algunos cuentos de Antonio Tabucchi. Un espectáculo que, en cualquier otro país, permanecería meses en cartel. Ha estado en el Lliure tres semanas, a teatro lleno, y ahora empieza gira; por eso me apresuro a recomendárselo. Si ven un cartel anunciando Revés, con Pep Tosar y Joan Bibiloni, dirigido por Xicu Massó, vayan volando. El otro día, una amiga me preguntó: '¿Qué te da el teatro que no te de el cine?'. Le dije: Espectáculos como éste. Yo casi no conocía a Tabucchi. Prejuicios idiotas: el éxito masivo, internacional, de Sostiene Pereira. Había leído algunos cuentos, hacía tiempo. Pero hay demasiados libros ¿verdad? Y demasiados espectáculos. Por eso hay que insistir.

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Pep Tosar ha insistido con Tabucchi, una de sus pasiones. La temporada pasada, también a las órdenes de Xicu Massó, protagonizó Réquiem. Y ahora ha vuelto, acompañado de Joan Bibiloni, prodigioso músico, actor 'con ángel' (esa cualidad que se tiene o no se tiene), para narrarnos algunos de sus cuentos preferidos. La prueba de fuego de Revés: al acabar, uno siente la necesidad imperativa de correr a leer los libros de Tabucchi. Aunque sabes que nunca los vas a leer tan bien como te los ha leído Pep Tosar. Con las pausas adecuadas. Con la emoción precisa. Y el humor. En este sentido, Tosar es un actor contagioso: contagia sus pasiones. Cuando, hará unos años, presentó su primer monólogo, Sa historia des senyor Sommer, miramos a Patrick Süskind con otros ojos. Y le escuchamos con otros oídos. Süskind dejaba de ser (prejuicio, prejuicio) el autor de un best seller internacional, El perfume, para convertirse en un amigo, en un compañero, en un escritor próximo: Tosar nos lo había hecho 'íntimo'. Ésa es su mayor virtud: crear una relación de hermandad, de intimidad con un escritor. Después vino La casa en obres, un montaje en el que Tosar se convertía, literalmente, en Blai Bonet. Blai Bonet, sentado a la puerta de su casa, un anochecer de verano, contemplando con dolor irónico 'la vida que pasó/y parece/ya no pasar', como decía Jaime Gil.

Ahora le ha tocado el turno a Antonio Tabucchi. De entrada, hay una coincidencia que a Tabucchi le encantaría. Han coincidido en cartel Novecento y Revés. Dos espectáculos sobre narradores italianos, protagonizados por un actor y un músico. Jordi Bosch y Agustí Fernández en Novecento; Tosar y Bibiloni en Revés. Si a la salida del Poliorama y del Lliure se hubieran colocado tenderetes con sus libros, negocio seguro. Hay más magos en Revés. Los textos de Tabucchi, adaptados y traducidos, espléndidamente, por Lluís Massanet. La voz (y el cuerpo, y la mirada) de Pep Tosar. La música y la sonrisa volátil, de 'beato angélico', de Joan Bibiloni. Pero también la dirección, la ordenación sabia, de Xicu Masó, y la arquitectura de luces de Xavier Clot. Ordenación, arquitectura: Elegía. Magia. Misterio. Lejanía. Sí, esas podrían ser las cuatro notas, los cuatro tempos de la partitura. El espectáculo empieza con una nota elegiaca, Missatge des de sa penombra, un Tabucchi que recuerda al Pavese doliente y panteísta de La bella estate, y al Coral romput de Estellés: el recuerdo de la voz de Ovidi y la guitarra de Toti, al anochecer; 'la guitarra amarga/la guitarra profunda/pouant didals d'aigua d'un aljub remotíssim'. (Una petición, desde aquí, para Tosar: hacernos oír, vivir, de nuevo, L'uomo della fiore in bocca, de Pirandello).

Tras la elegía, brotan dos columnas de bombillitas y entramos en el circo, en la magia humilde: La Portentosa Historia de Irma Sirena. La voz de Tosar es ahora la de un augusto sabio, como José Maria Pou contándonos -¿recuerdan?- El Gallitigre, de Tomeo. Bibiloni es el clown que vivió el prodigio, en bicicleta, tocando el ukelele: '¡Irma Sirena era realmente una sirena!'. Un relato casi oculto, por cierto, en las últimas páginas de Conversaciones con Antonio Tabucchi (Anagrama, 1998).

Después, sin más transiciones que las de la guitarra, ahora más grave, y de la luz, lateral, onírica, Tosar se convierte en el amante de la inaprensible Maria do Carmo Meneses de Sequeira para narrarnos su múltiple vida y su mensaje póstumo: Es Joc des revés, el bloque central del espectáculo, el texto y la interpretación que, por sí solos, justificarían la velada. Un relato magistral, que Pep Tosar nos cuenta cómo nos lo contaría Adolfo Bioy Casares; con un extremo pudor, el pudor de un gentleman enamorado de una maga. Sí, Tosar lo cuenta como nos lo contaría un caballero desconocido, durante un viaje en tren, por la noche. Con el ritmo del tren, rodeados de oscuridad. Luego, una sonrisa enigmática, y el viajero se apea en una estación solitaria; se esfuma dejándonos con la sospecha de si lo hemos oído o lo hemos soñado.

¿Se acaba Revés? No, queda una propina, queda el último movimiento de la sinfonía Tabucchi. Falta un tono, falta un color. El azul rotundo de la invención pura. El azul de la postal que Tadeo enviará a sus amigos, desde Italia, fingiendo una vuelta al mundo. Una vuelta al mundo con la foto de Isabel, su esposa muerta, en la maleta. El relato se llama Molts records, y Tadeo e Isabel dos viejos amigos, dos personajes recurrentes en la narrativa de Tabucchi. Tras ser el misterioso caballero del tren con el perfil y la sonrisa triste de Bioy, ahora Tosar, en una pirueta de saltimbanqui, se nos convierte en un poverello de comedia italiana, mitad Totó mitad Tati: Totó disfrazado de señor Hulot, con sed de lejanías, marchando a un viaje imposible, mientras Bibiloni, convertido en niño de estación, se queda con las postales y le canta, nos canta, Come prima. Tosar no conoce, me dijo, a Tabucchi. Tabucchi le envía postales, eso sí: 'Caro Pep'. Pero se conocen mucho, muchísimo. Y, gracias a Tosar, nosotros conocemos más, y mejor, a Tabucchi. Todo gran escritor debería tener a un gran actor como Tosar. Revés, un regalo, una maravillosa colección de postales.

Y la semana que viene, otro regalo posible, la femme fatale prototípica: la señorita Lulú Von Wedekind, en el Nacional. Nos vemos.

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