La 'lección' de Francesc Torres
El artista se estrena como comisario con una exposición de deportivos Pegaso en el CCCB
'Esta exposición encierra una gran ironía y es que ha sido un rojo certificable el que ha tenido que reivindicar la figura de un ingeniero franquista', explica Francesc Torres, artista y comisario de la exposición Memoria de un espejismo, que hasta el 4 de junio se presenta en el Centro de Cultura Contemporánea de Barcelona (CCCB). 'La propia derecha no ha tenido las ganas ni el sentido del deber de hacerlo. En este sentido ha sido un gran placer poner en evidencia a los que están en la otra parte de la barrera ideológica, darles una lección, porque esta exposición tendría que haberse hecho hace 10 o más años'.
Es de suponer que si lo hubieran hecho no habrían puesto como fondo de un Pegaso Z-Spider Rabassada, fabricado en 1953, una fotografía de un obispo siguiendo un partido de boxeo en el ring. Y, aún menos, se habrían interesado por el nombre de todos los trabajadores de la fábrica Enasa de Sagrera entre 1951 y 1957, los años en los que se fabricaron estos sofisticados coches deportivos que ahora centran la exposición. Por descontado no habrían visto ninguna relación entre el ingenio tecnológico de los motores de estos bólidos y la fortuna de los sindicalistas encarcelados en la fábrica por organizar huelgas ilegales en los cincuenta. En suma, que Torres ha 'descubierto' la belleza y el prodigio técnico de los deportivos Pegaso y ha reivindicado la figura del ingeniero catalán Wifredo Ricart (Barcelona, 1897-1974), pero a cambio ha aprovechado para explicar cómo era la otra parte de esta moneda, o mejor dicho, a costa de quién se gastaba.
Memoria de un espejismo, que ayer se inauguró en el CCCB, refleja estos dos aspectos. En el vestíbulo, con un montaje que recuerda los tradicionales salones del automóvil, se presentan 11 deportivos Pegaso, de los que tres son de carreras. Excepto uno que aún está por restaurar, el resto están impecables. Brillantes, elegantes, sofisticados, parecen salidos de una película de alta comedia con mujeres rubias con el fular al viento y hombres trajeados que corren con los ojos vidriosos por las curvas peligrosas de una carretera de costa. Cada uno tiene su correspondiente ficha técnica y la belleza de sus carrocerías contrasta con las fotografías ampliadas en la pared con escenas de la España franquista. También hay un vídeo con escenas del NODO (el noticiario cinematográfico franquista) en las que se enfatiza el prodigio técnico de la industria automovilística española.
En dos salas de la primera planta la exposición sigue con el material documental sobre el ingeniero responsable de este 'espejismo' tecnológico, croquis, documentos y dos motores de los Z-102. También hay, al final, referencias a la historia sindical de los trabajadores de Enasa.
'La exposición reúne la fascinación por el automóvil que nunca he negado y una valoración crítica de este mismo objeto en relación con la cultura que lo generó', explica el artista. Torres, artista social y político que fue pionero en las instalaciones y que ha desarrollado la mayor parte de su trayectoría artística en Estados Unidos, ya se sirvió de un camión Pegaso para la instalación El carro de heno que presentó en 1991 en el Centro de Arte Santa Mónica de Barcelona. Ahora, afirma, las instalaciones y más específicamente el contexto artístico le han dejado de interesar. 'El arte ya no tiene relevancia en el concierto general de las ideas y el pensamiento', afirma. Por eso, y sin que sea un adiós definitivo, entre sus próximas ideas figuran un trabajo, cuya formulación aún no está clara, de excavación en la zona de la batalla del Ebro, y otro relacionado con los barcos naufragados en la Costa de la Muerte gallega.
El 'sacafaltas'
A Celso Fernández (Gijón, 1922) le llamaban en Enasa el 'sacafaltas'. Efectivamente, como piloto de pruebas, era el encargado de 'sacar' las faltas de los vehículos que se fabricaban en la factoría, entre ellos los Pegaso Z-102 y Z-103. 'Probaba camiones, autobuses y tractores, pero cuando llegó este coche dejé todo lo demás', recordaba ayer durante la presentación de la exposición Memoria de un espejismo. 'Empecé a trabajr en 1947 en el Centro de Estudios Técnicos de Automoción, dependiente del INI. Me hicieron las pruebas y las pasé bien. Procedía de aviación, de la especialidad de vuelo sin motor. Había sido condiscípulo en aviación de los dos hijos mayores de Ricart y fui instructor del tercero. Teníamos una buena relación y de ahí me vino la propuesta de ser probador de coches en Enasa'. Afirma que no encontró muchos problemas graves en estos coches. 'Eran puestas a punto', afirma y después desgrana las características técnicas de los motores de estos bólidos que pilotó a unas velocidades de auténtico vértigo. 306 kilómetros por hora en la Diagonal, ahí es nada, durante una carrera que acabó perdiendo porque se incendió el coche. También tuvo el récord de la subida a la Rabasada, 'con un coche que no está aquí' de un solo compresor. Cuando se acabó la época dorada de los deportivos Pegaso, Celso Fernández dejó de ser piloto de pruebas y ocupó otros cargos en la empresa. 'Me pidieron que me hiciera cargo del montaje de productos industriales', recuerda. 'Tenía 200 obreros en mi equipo. En muy poco tiempo pasamos de fabricar tres camiones diarios a hacer ocho. Lo conseguí cambiando el sistema de organización de grupos por uno en cadena'. Le seguía gustando la velocidad.
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