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Cuatro décadas de asedio

El Consell Valencià de Cultura y las dos universidades, la Politécnica y la de Valencia, han advertido que de ejecutarse el planeamiento urbanístico vigente, la huerta puede desaparecer antes de 50 años. Esta afirmación tan contundente no es una premonición baladí. En las últimas cuatro décadas la huerta se ha reducido a la mitad. En 1956, según el geógrafo Francesc Tortosa, el 81,5% del espacio de la comarca eran cultivos. Ese año la huerta ocupaba 20.885 hectáreas, es decir el 33% de la superficie, mientras que el suelo urbanizado apenas llegaba al 14%.

El cambio radical se produjo a partir de 1960. En las últimos 40 años la urbanización del territorio ha crecido a costa de la huerta. El Informe del Sector Agrario Valenciano de 1999 muestra este retroceso y la tendencia actual en los usos del suelo. La superficie urbanizada ocupa ahora el 33% y la horticultura 10.228 hectáreas (el 16% del territorio), siendo Valencia con 2.901 hectáreas el municipio con más extensión de huerta, cuya superficie representa el 71% del suelo cultivado. Con todo, el regadío sigue siendo hegemónico, fundamentalmente los cítricos que ocupan el 59% del área cultivada y que han avanzado en campos de secano y huerta.

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Pero el principal peligro, según la Unió de Llauradors, proviene del crecimiento residencial e industrial que no cesa y que en ocasiones no obedece a las necesidades reales de la población. Hay una tendencia excesiva de los ayuntamientos a calificar como suelo urbanizable más terreno del que el crecimiento de la población y la industria demandan. Actualmente, el 45% del suelo de las 2.661 hectáreas calificadas como suelo industrial en el área metropolitana no está ocupado por fábricas. También existe exceso de oferta de suelo residencial, sobre todo en Valencia donde el 15% de las viviendas construidas están deshabitadas. Y el crecimiento no cesa. En estos momentos, Moncada, Bonrepòs, Foios, Massamagrell y Massalfassar están creando nuevos polígonos industriales, mientras que Torrent, Paterna, El Puig, Albal y Catarroja desarrollan planes expansivos de viviendas en zonas agrarias, debido fundamentalmente a que están absorbiendo población de Valencia. El despoblamiento de la ciudad central está provocando la urbanización de nuevas zonas en la corona metropolitana y ello acentúan más todavía la fragmentación de la huerta.

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