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Darren Aronofsky filma un alegato contra toda clase de adicciones

'Réquiem por un sueño' se estrena el día 23

Sorprendió con la película experimental por la que obtuvo en 1998 el premio a la mejor dirección en el Festival de Sundance y se ganó la fama de niño prodigio del cine independiente estadounidense. Es Darren Aronofsky (Brooklyn, Nueva York, 1969), y el viernes de la próxima semana estrena en España su segundo filme, Réquiem por un sueño, un duro alegato contra toda clase de adicciones que obtuvo la Espiga de Oro en el último Festival de Valladolid.

Cuenta Réquiem por un sueño la historia de cuatro personajes con vidas que se entrecruzan. La de Sara Goldfarb, viuda y solitaria mujer encarnada por la veterana Ellen Burstyn, candidata al Oscar a la mejor actriz por su magnífico papel en la cinta; su hijo, Harry (Jared Leto), y la novia y el amigo de éste, a quienes dan vida Jennifer Connelly y Marlon Wayans, respectivamente. Los cuatro buscan la felicidad a través de la adicción. Sara empieza enganchada a la televisión basura y acaba aficionándose a las anfetaminas que toma para adelgazar, mientras que Harry y su círculo se adentran cada vez más en el peligroso mundo de las drogas. Aronofsky dijo ayer en Barcelona que Réquiem... no es una película 'antidroga', sino más bien 'contra la adicción'. Toda clase de adicciones, subrayó el cineasta, y, además de la televisión y el amplio abanico de drogas, citó el sexo, el café y 'la falsa esperanza'. 'Réquiem...', explicó, 'retrata el intento de escapar de la realidad de unas personas y cómo ese afán las lleva a caer en un inmenso agujero'.

Basado el guión en una novela del neoyorquino Hubert Selby jr., Aronofsky contó que se planteó el filme 'como un orgasmo gigante, con un clímax final de 10 minutos y con planos y secuencias que llevaran al espectador a la histeria total'. Y, efectivamente, su estilo de narración visual causa ese efecto: provoca una terrible angustia en el público. Respecto al trabajo con los actores, cuya interpretación es meritoria en general, y muy particularmente en el caso de Ellen Burstyn, el director atribuyó el encaje del reparto en los personajes al hecho de haber podido ensayar antes del rodaje durante seis semanas. El caso de Burstyn, subrayó, merece mención aparte. 'Trabajar con ella es como tener una mañana de Navidad todos los días: te levantas y no sabes qué regalo tendrás. Ellen es uno de los grandes tesoros de Norteamérica. A ella sólo hay que decirle 'acción'. No necesita más'.

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