'Somos chicos normales, pero si pegan a un amigo, respondemos'
Los compañeros del joven muerto el sábado durante una reyerta entre bandas amenazan con vengarse
Una treintena de compañeros de Jaime Merino Carrera, fallecido el sábado por las heridas recibidas en una reyerta entre dos pandillas, velaron ayer su cadáver en el tanatorio de la M-30 entre lágrimas y sed de venganza.
Jaime, de 22 años, residente en Manoteras, acudió el sábado por la noche acompañado por su pandilla a Canillas para 'hacer una visita' a sus contrincantes de ese barrio. Querían vengar la paliza que un miembro de su banda había recibido 24 horas antes. Jaime dejó su vida en la vendetta: le partieron la tráquea y le asestaron una puñalada a la altura de los riñones. Al menos dos de los agresores han sido detenidos por la policía.
Los amigos de Jaime permanecieron ayer en la sala del tanatorio en la que yacía. De vez en cuando el silencio era interrumpido por los gritos desesperados de sus colegas: 'Sólo espero que quien le haya matado se pudra en la cárcel'. Horas antes, cuando los ánimos estaban más exaltados, fueron más allá: 'Habrá que pagarles con la misma moneda'. Otro de los pandilleros, ante tanta sed de venganza, advertía: 'Somos chicos normales, pero, si pegan a un amigo, respondemos'. La madre de Jaime no podía articular palabra. El padre calificó a su hijo de 'chico normal, como todos los de aquí, y muy trabajador'. Jaime tenía antecendentes penales por delito contra la propiedad'Menos mal que la noche ha sido tranquila', decían ayer aliviados los vecinos de la calle de Gomeznarro, donde el sábado murió Jaime Merino Carrera. 'Teniendo en cuenta lo alterados que estaban los de la pandilla del chico muerto, esperábamos que, una vez que se fuera la policía, hubiera alguna represalia', comentó una mujer del barrio.
Ayer, los chicos de la banda de Manoteras estaban en el tanatorio de la M-30, muy afectados, sin poder creerse todavía lo sucedido. Muchos no podían contener las lágrimas e, incluso, eran incapaces de describir a su amigo muerto. Insistían en que fueron 'los otros' los que desplegaron un arsenal de palos y navajas, que ellos no iban preparados para eso.
El padre de Jaime, al oír llorar a los amigos de su hijo, murmuraba: 'Parece que algo como esto nunca puede llegar a suceder, pero mira dónde está mi hijo'. Jaime era mecánico y su padre explicaba que 'estaba en el paro, pero la semana próxima tenía una entrevista de trabajo'.
Todo empezó el sábado por la tarde, a eso de las 17.30, cuando unos cinco coches procedentes del barrio de Manoteras, con unos treinta jóvenes, aparecieron por Canillas, donde viven sus rivales, buscando a los catorce chavales que el viernes habían propinado una paliza a uno de sus colegas.
Jaime formaba parte de ese grupo e iba dispuesto, como los demás, a propinar unos cuantos golpes a los que ellos consideraban los culpables de la paliza. Pero todo ocurrió al revés. Los vengadores se convirtieron en víctimas.
Los vecinos de los inmuebles de la calle de Gomeznarro oyeron gritos y golpes. Salieron a las ventanas y pudieron observar que se había desatado una tumultuosa pelea en el exterior.
La banda de Manoteras había encontrado a la banda de Canillas en el bar El Trébol, donde habitualmente se reúnen. Según los amigos del fallecido, les estaban esperando en el bar 'con palos, navajas y hasta con perros de presa'.
'Yo vi cómo Jaime estaba en el suelo, y comprendí que había muerto, porque estaba azul', relató ayer uno de sus colegas mientras velaba su cadáver. 'Era increíble, hasta nos atacaban con perros', explicó. Al darse cuenta que aquello se les había ido de las manos, la banda de Canillas, autores de la muerte de Jaime, huyó del lugar. Le asestaron una puñalada y con un golpe contundente le produjeron la rotura de la tráquea. Junto al cuerpo de Jaime se quedaron sus colegas, que intentaron en vano hacer algo por recuperar su vida.
Efectivos del Samur desplazados al lugar le intentaron reanimar durante media hora, pero tampoco pudieron sacarle de la parada cardiorrespiratoria en que se encontraba.
'Sólo una gamberrada'
Uno de los amigos de la víctima explicó anoche en el tanatorio que para ellos la visita al vecino barrio de Canillas no constituía más que una gamberrada. 'Estábamos respondiendo a un ataque anterior, como otras veces', aclaró.
'Es nuestra forma de actuar, aunque las personas mayores no lo entiendan: si pegan a uno de los nuestros, y más como el otro día, que eran catorce contra uno y con palos, reaccionamos así', manifestó. 'Pero algo se nos ha ido de las manos, y hemos perdido a un amigo estupendo que ayudaba siempre en todo'.
Sobre la banda de Canillas dice: 'Nunca había pasado nada así. Son parecidos a nosotros, pero está claro que hay algunos que son unos bestias'.
Los vecinos de Canillas no sólo consideran culpables a los chicos de la banda de Manoteras, sino que arremeten también contra los que viven en su barrio. Guzmán, que lleva unos veinte años en la zona, confiesa que tienen problemas, sobre todo por el ruido que arman cuando se reúnen en el bar El Trébol. 'Si se te ocurre decirles que son las cuatro de la mañana, te insultan, y amenazan con agredirte si te encuentran por la calle. Ahora estoy seguro de que son capaces de cumplir sus promesas', manifiesta. Guzmán, como otros muchos vecinos, está preocupado por las consecuencias que la acción perpretada pueda acarrear al barrio.
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