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Las municipales, un desafío para la continuidad de Jacques Chirac

La derecha francesa está inquieta. Teme perder tres de las grandes ciudades que domina desde hace muchos años: Toulouse, Lyón y París. Desde hace semanas intenta movilizar a su electorado con dos argumentos muy simples. Por un lado se habla de la conveniencia de evitar que la izquierda tenga el poder municipal cuando ya controla el ejecutivo, el legislativo y varias regiones; el segundo argumento resucita la amenaza izquierdista, el peligro 'rojo', ahora encarnado más por las listas alternativas Motiv-é-s, como sucede en Toulouse, que por el partido comunista.

El hecho de que sea una elección a dos vueltas, la primera el próximo domingo, reclama que los votantes se sientan formar parte de una corriente que crece. Para la derecha es muy importante no aparecer totalmente distanciada ya tras la primera vuelta. Eso acentuaría la eterna división que la caracteriza.

La misma noche de domingo podrían producirse ajustes de cuentas públicos. De perderse París, nadie se conformará con hacer recaer toda la responsabilidad en el alcalde saliente, Jean Tiberi, envuelto en numerosas irregularidades, o en los errores de estrategia de Philippe Séguin, el gaullista avalado por el partido. Para buena parte de la opinión pública, el sistema de corruptelas puesto en marcha en la alcaldía de París fue ideado, autorizado o simplemente utilizado durante casi veinte años por el hoy presidente, Jacques Chirac. 'La mala imagen de París nos puede hacer perder en otras partes', ha dicho la diputada gaullista Roselyne Bachelot.

Reemplazar a Barre

En Lyón, la derecha espera que sea el liberal Michel Mercier quien reemplace al veterano Raymond Barre. Los sondeos prevén una triangular peligrosa para Mercier. Si gana hará saber que es un hombre de François Bayrou, el centrista que ya se ha declarado candidato a ocupar el puesto de Jacques Chirac en 2002.

Las dificultades de la derecha quedan probadas por el mero hecho de que la personalidad más apreciada por sus simpatizantes es Bernadette Chirac, la esposa muy conservadora del presidente, ajena a las maniobras del aparato del partido.

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La izquierda decepcionará si no consigue como mínimo la alcaldía de dos de las tres ciudades, pero se la juega también en Avignon o Béziers. Allí, dos ministros importantes -Elisabeth Guigou y Jean Claude Gayssot- intentan arrebatarle a la derecha el Ayuntamiento. Los sondeos les son desfavorables. Esas derrotas servirían de bálsamo para la derecha, que podría insistir en el carácter meramente local de la consulta, tal y como viene haciendo Jacques Chirac. Él es quien más insiste en ese punto de vista, quizá porque necesita creérselo más que nadie.

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