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Reportaje:

La torre de Babel no era tan alta

Un orientalista catalán rebaja la altura del monumento y propone reconstruirlo en el Fòrum 2004

Jacinto Antón

'Y dijeron: vamos a edificarnos una torre cuya cúspide toque los cielos y nos haga famosos...'. Desde hace tiempo se cree que la bíblica torre de Babel es una formulación literaria de un monumento muy real: el gran zigurat (edificio escalonado) de Babilonia, con cuyas dimensiones y apariencia han especulado una y otra vez los estudiosos. Ahora, un orientalista catalán, Juan Luis Montero, profesor de la Universidad de Barcelona, apoyado en nuevos cálculos arquitectónicos y en la relectura de tablillas cuneiformes, propone una nueva imagen para la torre y rebaja su altura, que quedaría en sólo 54 metros (frente a los 84 tradicionalmente calculados y los infinitos de la leyenda). Desde luego no es aquella construcción colosal con la que soñó Bruegel y que intranquilizó al mismísimo Yavhé, pero sí un maravilloso edificio. Montero propone que se construya una copia a escala real en Barcelona como atracción del Fòrum de les Cultures de 2004. En ese caso, cabría meditar que la confusión habría precedido al monumento, y no al revés, como en el Génesis.

'Nacieron y expiraron imperios, sobre las ruinas sopló el viento, y la arena las cubrió, hasta que no quedó más que una leyenda de aquella construcción que había de llegar hasta el cielo', escribió el ínclito C. W. Ceram sobre la torre de Babel / zigurat de Babilonia. 'Transcurrirían 22 siglos hasta que alguien excavara para descubrir lo que había sido en realidad'. Koldewey excavó en Babilonia (actual Irak), halló los pobres restos del monumento, totalmente arrasado, y realizó, en dibujo y maqueta, la primera reconstrucción moderna de la torre. A esa reconstrucción han seguido centenares, incluidas las contemporáneas hechas por ordenador.

El gran zigurat de Babilonia se hallaba en el recinto sagrado de la ciudad junto al E-sagil, el templo de Marduk, el dios principal babilonio. El zigurat recibía el nombre de E-temen-anki (Casa fundamento del cielo y de la tierra) y según testimonios como el de Herodoto y el de Ctesias, un médico de Artajerjes, era un edificio cuadrado hecho de ladrillos de adobe y con ocho niveles. La torre que se conoce históricamente es la que levantaron Nabopolasar y su hijo Nabucodonosor II hacia 600 antes de Cristo, aunque hay evidencias de que lo hicieron sobre una construcción muy anterior. Los persas la destruyeron. Y Alejandro Magno proyectó reconstruirla, pero murió antes. Los restos sirvieron de cantera durante siglos para los pueblos de alrededor.

'No hay ninguna duda de que el zigurat de Babilonia es la mítica torre de Babel', señala en una cita en la Horchatería Valenciana Juan Luis Montero, presidente además de la activa Sociedad Catalana de Amigos del Próximo Oriente Eridu, que desde ayer presenta un ciclo de conferencias -De la Biblia a Babilonia-, en cuyo marco, el día 14, el joven orientalista explicará sus teorías sobre la torre. 'La identificación la hicieron los hebreos durante la época de su exilio en la ciudad. El problema es la reconstrucción real de la torre porque ha quedado muy poca evidencia arqueológica, apenas la impronta en el suelo, que los árabes denominan 'la cazuela': la marca del perímetro del edificio con una forma alargada que corresponde a la gran escalera central. Gracias a eso tenemos las dimensiones de la base. Con ellas y los testimonios antiguos se han propuesto modelos, pero todos los intentos de restitución del edificio pecan de técnicamente imposibles'.

Según el orientalista catalán, el problema está en los dos primeros pisos del zigurat: 'No podían ser tan altos, porque la escalera principal hubiera tenido que tener una pendiente superior a los 50 grados, lo que es un disparate; imposible con adobe, no sería estable. La clave está en una tablilla cuneiforme del siglo III a. C. actualmente en el Louvre; da las dimensiones del zigurat pero no de manera nítida, hay que reinterpretarlas. La nueva teoría es que el punto de vista del escriba no está en el suelo, sino en la cima del tercer piso del zigurat, y cuenta la base como un primer piso'. Montero explica que hace un año coincidió en las excavaciones en Mari (Siria) con el arquitecto suizo Jacques Vicari, que ha elaborado arquitectónicamente esa nueva lectura técnicamente posible. No obstante, 'a mí la restitución de Vicari no me satisface completamente, sus rampas laterales no llevan a ningún sitio. Mi propuesta se basa en el añadido de los datos de otra tablilla, del siglo VII a. C., en la que hay dibujado un zigurat y que debía ser un ejercicio escolar de geometría pero que muestra perfectamente los sistemas de rampas y accesos a una construcción de este tipo'.

Al orientalista le sale 'una torre desmitificada' de 54 metros y con unos accesos lógicos. 'Esta torre es plausible y reconstruible, aunque siempre, claro, nos moveremos con un margen grande de incertidumbre'. Montero ha calculado -tras complejas deducciones- que la construcción de la torre debió ocupar a unas 1.650 personas durante unos tres años. 'No fue la obra masiva que nos muestran los grabados de Doré (que se inspiran por cierto en el minarete de la mezquita de Samarra) o la pintura de Bruegel'. El orientalista pone cara de infinita paciencia cuando se le pregunta con sorna si ha calculado también en qué momento se produjo la confusión de lenguas.

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Montero, que a su revisión a la baja de la torre de Babel añade otra desmitificación, la de que no existieron, al menos en Babilonia, los célebres Jardines Colgantes -él los sitúa en Nínive-, tiene una propuesta sensacional para el Fòrum 2004: reconstruir la torre en Barcelona, a tamaño natural. Considera que no sería muy costoso y en cambio resultaría una hermosa iniciativa con la que podría sentirse identificado todo el mundo. Desde luego, no se puede negar que la torre de Babel es un excelente símbolo de diversidad.

<b></b><i>Torre de Babel,</i> pintura de Pieter Bruegel de 1563.
Torre de Babel, pintura de Pieter Bruegel de 1563.

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Sobre la firma

Jacinto Antón
Redactor de Cultura, colabora con la Cadena Ser y es autor de dos libros que reúnen sus crónicas. Licenciado en Periodismo por la Autónoma de Barcelona y en Interpretación por el Institut del Teatre, trabajó en el Teatre Lliure. Primer Premio Nacional de Periodismo Cultural, protagonizó la serie de documentales de TVE 'El reportero de la historia'.

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