Crepuscular
Vimos, y oímos, a un Juan Valderrama crepuscular, quien declaraba desde el escenario sus 84 años sin ningún complejo. Pero no estaba bien para cantar, y se hizo evidente de inmediato. 'Creí que estaba resfriaíllo, pero es más de lo que pensaba', se disculpó.
Iba a disculparse mucho durante los 40 minutos que estuvo en el escenario. Un hombre de esa edad, en malas condiciones físicas, sin poder, no puede cantar bien. Tampoco digo que cantara mal, porque un cantaor tan seguro como él, con su experiencia, difícilmente puede cantar mal. Volvió a excusarse, sin cesar en los elogios a Jerez, al cante de Jerez, a la gente de Jerez 'que tan bien entiende el cante'.
A pesar de su baja forma, Valderrama no se echó atrás en los palos de mayor respeto, como siguiriyas, la caña, la malagueña, martinetes y debla. Fue perceptible su buen gusto habitual, menoscabado por limitaciones físicas a todas luces insuperables. Este Juan Valderrama crepuscular, quien fue nombre capital en la llamada ópera flamenca, se despidió del público jerezano con melancolía.
Calle Larga
Cante: Juan Valderrama y Ezequiel Benítez. Baile: Andrés Peña y María José Franco. Guitarra en concierto: Santiago Lara. Teatro Villamarta, Jerez, 6 de marzo.
El resto del programa, en esta sesión que el festival quiso convertir en homenaje al viejo cantaor, estuvo integrado por jóvenes valores de la cantera. El guitarrista Santiago Lara, en concierto, parece aún poco formado para empeños de esta envergadura, aunque lógicamente puso toda su voluntad en cumplir decorosamente. Algo parecido podríamos decir respecto al cantaor Ezequiel Benítez, cuyo nombre comienza a sonar fuerte en los ámbitos del cante. Las soleares y las bulerías que interpretó demostraron buenas intenciones, pero poco más.
En el capítulo del baile, dos nombres: la gaditana María José Franco y el jerezano Andrés Peña. Ella es bailaora que se pasea airosa por el escenario, pero de forma mecánica y rutinaria, sin imaginación, limitándose a desgranar una retahíla de pasos, posturitas y tics. Más fuste de bailaor vimos en Peña, quien en el taranto y la soleá demostró al menos un sentido consecuente de lo que es la danza flamenca. Tiene fuerza y mucha virilidad en sus maneras, aunque es cierto que no le acompaña la figura, corta y bastante sólida.
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