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Crónica:FLAMENCO
Crónica
Texto informativo con interpretación

Gallos de pelea

No era fácil para La Tati enfrentarse a un personaje complejo como la Bernarda Alba lorquiana. Pero conociéndola tampoco sorprende demasiado, pues es mujer que se crece ante los problemas.

La Casa de Bernarda Alba los tiene, y no pocos. Una obra tan representada, y tan reinterpretada en los más variados registros, deja pocas posibilidades a quien quiera no limitarse a repetir lo ya hecho por otros. Javier Garcimartín, a quien se debe la dramaturgia y la dirección de escena, ha creado un escenario muy funcional para las necesidades de la obra; un escenario despejado, sin acumulación de elementos que son más un obstáculo que una ayuda.

En él pasa todo lo que pasa en la obra, marcando las luces los cambios de situación. Es un escenario por el que arrastran su aburrimiento esta Bernarda vigilante y sus cinco hijas, a quienes un luto va a tener ocho años literalmente encarceladas en la casa. El clima de tedio opresivo es absoluto, se ve, se siente. Y se traduce en roces, en malquerencias y disputas entre ellas, porque estas muchachas son de carne y hueso, con sus deseos y su inconformismo hacia una situación que las está asfixiando. Un cierto erotismo, a veces, parece ineludible.

La Casa de Bernarda Alba

La Tati Compañía de Teatro Flamenco. Teatro Villamarta, 4 de marzo.

La Tati puede haber encontrado el personaje de su vida. A su manera, porque Bernarda es mujer de una pieza, y Tati la hace así, sin sutilezas ni medias tintas. Por eso quizá no me llegó a encajar algún aparente contrasentido como los arrebatos de ternura con la novia -el cante de la nana como fondo-, o que acompañe a sus hijas marcando el compás con el bastón cuando ellas se encuentra en uno de sus raros momentos de jolgorio por tangos.

El lenguaje es flamenco, pero hay también música y danza contemporáneas, de las que quizás se abusa. La Tati y sus bailaoras son flamencas, y lógicamente se les ve mejor cuando interpretan los estilos propios de su arte. Sin embargo, debo señalar que, a mi juicio, coreográficamente veo algunos fallos de relieve. El principal de ellos, que la mayoría de las situaciones se resuelven exactamente de la misma manera con enfrentamientos de pelea a base de crispados zapateados. Y estas muchachas no son gallos de pelea, sino jóvenes andaluzas que se debaten desesperadamente entre fantasmas que las han llevado a un permanente malvivir, como el amor y el desamor, la virginidad, la muerte...

El público se mostró sorprendido, gratamente, por esta Bernarda Alba que La Tati ha puesto en pie con un voluntarismo enorme. Quizás su interpretación peque excesivamente de rigidez, pero hay que tener en cuenta que La Tati no es actriz, sino bailaora. Y su actuación en este terreno, así como el de las cinco jóvenes que la acompañan, es muy adecuado a su estilo y a su concepción del flamenco.

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