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'RAI'

El grito de la abuela

Rimitti tiene 76 años. Y su historia se confunde con la del rai argelino, nacido de la rebeldía, la irreverencia y la transgresión. Creció entre privaciones y sufrimientos, y nadie, nunca, ha podido meterla en vereda. Lo suyo es el blues de Orán, el lamento de los desarraigados, el quejío de una ciudad portuaria en la que convivían árabes, franceses, bereberes, judíos, españoles... Música de unas mujeres consideradas libertinas y perdidas por cantar para hombres en cantinas, fumaderos de hachís y burdeles. Rimitti cantó Sidi Mansour -que grabó en 1994 con músicos como Robert Fripp y Flea (Red Hot Chili Peppers)- y canciones de Nouar, su último disco. Hablando del deseo carnal en la propia Nouar ('mi amado me ha encendido como enciende un cigarrillo') o en Hak Hak ('quiero mimar mi corazón / con mi nuevo favorito / tal es mi pasión / las otras se encaprichan del hombre guapo / yo del experimentado').

Cheikha Rimitti

Cheikha Rimitti (voz y bendir), Maghni Mohamed (teclados), Hervé (batería), Abdel Malek (gasba), Abderrahmane Semghouni (bajo), Nabyle (darbuka) y Anne (baile). Sala La Riviera. Madrid, 2 de marzo.

El esquema musical se repite una y otra vez: unas notas de gasba (flauta de caña), algún toque de tambor, la voz que se arranca y, de inmediato, la atronadora irrupción de una sección occidental (teclados, bajo y batería) que tiene el rock como punto de referencia. Por desgracia, la gente de Rimitti optó por el decibelio y una sonoridad pastosa y confusa en la que se perdía demasiado la voz recia y áspera de esta leyenda del rai.

Casi dos horas estuvo en escena. Para una actuación que fue de menos a más. Y con una actitud joven, porque Rimitti sólo es abuela por cuestión de edad. Cogió una bandera de Argelia (la media luna y una estrella rojas sobre la línea de separación de las dos partes verde y blanca). Se cubrió con ella el rostro y la acabó anudando al micrófono hasta taparlo del todo. Lo que tantas otras veces es simple exhibición patriotera, en el caso de Rimitti, en su doble condición de argelina y mujer, se leía como un símbolo de resistencia a la barbarie y de amor a la vida.

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