Empate polémico en el Bernabéu
Un gol anulado a Rivaldo en el último minuto por fuera de juego posicional impide la victoria azulgrana ante el Madrid
El Barça pagó a última hora una decisión errónea del árbitro, que anuló un gol de última hora de Rivaldo, tanto que daba ganador a su equipo en un partido que deja al Madrid mucho mejor de lo que mereció. La jugada -un tiro del brasileño que sale desviado hacia la portería por Helgura, con tres jugadores azulgranas saliendo del fuera de juego sin pretender participar en la acción- abrirá un polémica monumental. El Barça tiene todo el derecho a la queja, pues el empate se le queda corto en todos los sentidos. Por lo que hizo -siempre fue superior al Madrid- y por lo que significa. Sigue a nueve puntos del Madrid, que flaquea.
Hubo mucha ventolera en un partido de ida y vuelta, con el Barça mejor organizado, más firme en el juego, pero con las viejas debilidades defensivas. En el Madrid, las señales de alarma fueron abundantes, en la línea de lo que ha dejado entrever en las últimas semanas. Las reservas físicas parecen escasas, y el juego se resiente en el ataque y en la defensa. Le cuesta dar tres pases porque el Madrid no se agrupa como en sus mejores días. Es un equipo largo y, por tanto, poco riguroso en la parte táctica. Frente al Barça se quebró por la mitad, con Makelele sofocando incendios y con Helguera reventado por la fatiga acumulada en sus dos meses mágicos.
Nada se puede reprochar al Barça excepto sus concesiones defensivas. Le costaron el partido, como tantas otras veces, pero con una particularidad todavía más dañina: la derrota coloca al Barcelona a doce puntos del Madrid, brecha que se antoja insuperable a estas alturas. En todo lo demás, superó al Madrid. Dispuso de la pelota, condición necesaria para que el Barça alimente la máquina. Encontró con frecuencia a Overmars, que le dio la noche a Salgado, sudando tinta en cada mano a mano con el holandés. Sudó más porque Figo apenas acudió a socorrerle. De Rivaldo hay que decir lo mejor: estuvo en plan ganador, valiente, con una actividad inusual en un jugador con fama de intermitente. Fue el hombre del partido porque hizo lo mismo que Raúl -dos goles- pero con una presencia infinitamente mayor en el duelo. En cada cosa, el Barça fue un poco mejor, a veces bastante mejor. Le jugó al Madrid a quince metros de Casillas, dato que habla del partido más que cualquier otro. Pero pagó sus errores con intereses.
El primero se produjo muy pronto, con Guardiola como protagonista de un fallo poco habitual. Desplazó mal el balón y se lo dejó suelto a Roberto Carlos, que enganchó mal con la zurda. Pero Raúl no entiende de errores. Es pura intuición, así que siguió la jugada con su astucia habitual, por si había algo que pescar. Y pescó. Surgió por detrás de De Boer y sorprendió a Reina con una remate instantáneo. Acababa de arrancar, y el Madrid estaba en la mejor posición para manejarlo. No lo consiguió, a pesar de la depresión que sufrió Guardiola tras cometer el error. Tardó en recuperarse, pero finalmente fue el jugador de costumbre: el conductor de un equipo que recordó al Barça de siempre, al equipo que disfruta con una elaboración paciente y generosa. Pues bien, cuando Guardiola comenzaba a gobernar sobre el partido, Serra lo sustituyó por Xavi. Todo eso ocurrió bien entrado el segundo tiempo, solucionado por Raúl y Rivaldo en cada lado.La atención estaba sobre Figo, muy poco activo toda la noche. Apenas jugó por donde debía, por el costado derecho. En su única incursióne -cerrada con un remate de McManaman que se escapó a un palmo del poste-, desbordó con tanta facilidad a Sergi que causó extrañeza su falta de interés en percutir por esa banda. Tampoco Morientes dio señales de vida, pero Raúl arregló los desperfectos con el segundo gol, valioso porque se produjo un minuto después del tanto de Rivaldo, perfecto en su elegante regate a Casillas.
Con lo mínimo, el Madrid había equilibrado los númerosos méritos del Barça, que no fue un equipo perfecto, pero sí lleno de aspectos positivos. Quizá fue menos punzante de lo que debería en los últimos metros y también le faltó juego por los lados en la segunda parte. Overmars pagó el cansancio y tuvo más dificultades para desbordar a Salgado. Por la derecha, Gabri tuvo más presencia que Luis Enrique, sin concretar nunca todo lo que apuntaba. Hubo uno que apuntó y no falló casi nunca. Fue Rivaldo, que mantuvo un duelo espectacular con Makelele. Cada uno en lo suyo, fueron los hombre del partido. Claro que Rivaldo añadió a su gran actuación tres goles. Uno de ellos debió contar como los demás. Era el tanto de una victoria que se la negó el árbitro.
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