'Por lo menos, 50 duros'

'¿Buscas parking? ¿Buscas parking? Dame cincuenta duros, por lo menos, y te digo dónde!'. No pasa de los diecisiete años, monta una vieja bicicleta propia de uno de 6 años y con cara de pocos amigos y sutiles advertencias se gana la vida en los alrededores del velódromo de Valencia, junto a la Feria de Muestras indicando a los visitantes dónde dejar el coche, aunque moleste. Ayer, en el último día de la edición de Cevisama, el acoso a los miles de asistentes a la feria de la cerámica fue, al menos de 9.30 a 13.00, un escándalo.

Cuadrillas de niños de entre cinco y diez años asaltan a los que buscan desesperadamente un rincón en el que depositar el coche fuera del minirecinto vigilado que depende directamente de la feria. Las tarifas oscilan, pero si la voluntad no es generosa, las consecuencias no compensan. Se cuentan por decenas los turismos abiertos durante esta edición de Cevisama, como ya ocurriera en la pasada Feria del Mueble, y como viene pasando desde hace ya mucho. De hecho, desde la asociación de vecinos de Benimamet se envió a la Delegación de Gobierno una solicitud de reunión para abordar el problema de la que no ha habido respuesta.

La técnica no ofrece secretos. Con lo que se conoce como bujía de cerámica, un resto pequeño que se camufla entre los dedos y cuya efectividad para reventar cristales es infalible, se desvalijan coches -sobre todo de matrícula no valenciana y últimos modelos, en cuyos maleteros los comerciales guardan como poco las maletas-.

En el día de ayer, la vigilancia en los alrededores del velódromo, donde se concentran centenares de vehículos, había, en el mejor de los momentos, cuatro agentes de la Policía Nacional -cuyas competencias se ciñen a seguridad ciudadana pero que no tienen capacidad para disuadir de la actividad de aparcador- pero no hubo presencia alguna de la policía local, cuyos efectivos reforzados se reparten por los accesos a la feria para poner orden en el tráfico. El resultado es que los conductores se ven obligados a pagar, a menores -en ocasiones con sus hermanos mayores y madres trabajando en otros puntos del aparcamiento- cantidades que oscilan entre las 300 y las 1.000 pesetas. 'Aquí vino el otro día un japonés' -explica la dueña de un bar situado enfrente- 'que me pidió cambio de un billete de 10.000 pesetas pero insistió en que fuera en monedas muy pequeñas porque sino los chiquillos se lo quitan'.

Ante los mismos policías nacionales que ayer vigilaban el aparcamiento, más de una veintena de personas de edades varias -entre ellos algún conocido delincuente habitual que ha pasado por prisión- reclamaba de malos modos la cuota por aparcar en la calle incluso a sabiendas de que al salir de la feria el vehículos puede haber sido abierto.