Totalitarismo encubierto
No es tan grave que alguien piense 'erróneamente' como que alguien piense 'correctamente' porque es como hay que pensar. Lo segundo es, simplemente, una forma de no pensar. Cuando esto ocurre con un gran número de ciudadanos se puede hablar abiertamente de un sistema totalitario, es decir, de un sistema que ha hallado un método perfecto para la uniformización de la sociedad. Un totalitarismo, si cabe, más peligroso, por efectivo, en tanto no es asumido ni identificado como tal.
Viene esto a cuento de las ominosas imágenes de un diputado del Parlamento andaluz acusándose públicamente, entre lágrimas, de haber proferido un comentario racista. Nada más parecido a las confesiones de los juicios estalinistas ni a las públicas rectificaciones de la China de Mao. Independientemente del contenido del comentario que es, efectivamente, criticable (pero sólo eso), este hecho se revela como síntoma de que hay determinadas cuestiones que comienzan a ser tabú en nuestro mundo y de que se va extendiendo un clima de asfixia, en el que ya no es un poder exterior el que impone las prohibiciones sino la asunción interior de ese poder. Cualquier desviación, cualquier desliz es implacablemente perseguida, con la colaboración inestimable, si ello fuera preciso, de esos nuevos inquisidores prestos a identificar las modernas herejías que son los psicólogos: teóricamente vivimos en un sistema de libre pensamiento, en la práctica asistimos a una atmósfera cada vez más irrespirable en donde se ha instalado una especie de difusa y generalizada forma de censura omnipresente que encontramos por doquier. También en este periódico. Formas de 'pensamiento' aparentemente progresista se constituyen en pesadas losas que aplastan sin contemplaciones la herejía, la heterodoxia o, simplemente, el error. Pero sin error no hay camino y sin herejía ni heterodoxia pensamiento que pueda ser designado propiamente tal.-
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