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LOS ANGELES TIMES | REVISTA DE PRENSA
Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Caza de espías

En abril de 1985, el agente de la CIA Aldrich H. Ames entró en la Embajada soviética en Washington y se ofreció a espiar para Moscú. Seis meses más tarde, el agente del contraespionaje del FBI Robert Philip Hanssen ofreció sus servicios al KGB. No hay ninguna razón para pensar que Ames o Hanssen supieran de la decisión del otro. Pero parece que ambos agentes vendieron algunos de los secretos de espionaje más importantes de la nación y fueron responsables de la muerte de varios agentes rusos que espiaban para EE UU. Ames fue arrestado en 1994. Hanssen logró seguir contraespiando hasta hace un mes. El caso de Ames es especialmente escandaloso, porque se le permitió años de traición cuando su vida dispendiosa y sus borracheras públicas deberían haberle convertido en un sujeto a investigar. Hanssen era un caso diferente: un hombre profundamente religioso con una vida tranquila y conservadora. (...) Ambos casos plantean un problema que todas las centrales de espionaje deben afrontar: cómo asegurar que aquellos a los que se confía la protección de una nación no se pasan al campo enemigo. (...) El remedio que puede parecer el más obvio no es necesariamente el más efectivo. El mantenimiento de un estrecho control sobre los agentes puede fracasar en casos como el de Hanssen. Los servicios de espionaje suelen fomentar un sentido de recelo endémico y no alientan el corporativismo. (...) Sería necesario encontrar una vía intermedia entre la creación de una atmósfera paranoica y la exigencia de una inquebrantable lealtad de cada uno de los empleados.

Los Ángeles, 1 de marzo

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