Cohesión
De nuevo el aniversario, la celebración. Andalucía, en su 28 de febrero, actualiza los mimbres que le dan sentido como autonomía y como proyecto de convivencia y desarrollo social. Pero, bajo la retórica que inevitablemente cubre siempre este tipo de recordatorios, conviene que anotemos también algunos de los obstáculos que están impidiendo avanzar más rápido y mejor en la consecución de los objetivos de cohesión y armonía regional.
La autonomía andaluza ha estado ligada desde su constitución con el partido gobernante, el PSOE. Las virtudes y vicios de esa organización política han impregnado el carácter y condición del proyecto social autonómico. Desde el modelo de Rafael Escuredo, reivindicativo y un punto victimista, pasando por el desarrollista y californiano de Rodríguez de la Borbolla hasta el diseño centrista, moderado y sin sobresaltos de Chaves, obsesionado con el papel de Andalucía como reserva india del socialismo español. En el haber de Manuel Chaves está el haber convertido dos años de agonía parlamentaria en una palanca para resurgir de nuevo con capacidad de maniobra y de alianzas. A su lado un PA y una IU, en crisis permanente ambos, con quienes poder pactar alternativamente. Enfrente, un PP acosador, asilvestrado, pero sin proyecto ni programa andaluz.
Y sin embargo, todo cambia, todo pasa. Algunos de los últimos hechos de la crónica política andaluza son serios avisos del fluir de las cosas. El asunto de las cajas de ahorro, cada vez más enredado y maleado, y la ridícula querella de capitales de provincia no han hecho sino poner de actualidad lo que ha sido sin duda el gran problema de estos últimos veinte años: construir un sistema autonómico integrado, equilibrado y cohesionado. En las legislaturas pasadas ha sido posible por varias razones, entre ellas la aplicación de unos específicos criterios de políticas de gasto público y la existencia de un partido de hierro moldeado en torno a un líder no cuestionado. Cuando surgen nuevos protagonistas, nuevos intereses y nuevas contradicciones en la economía y en la sociedad, o ese partido cambia de modelo y de estrategia o está condenado a ser él mismo el origen de los conflictos.
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