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Voyage au bout du penis

Thomas Robert Malthus, en su Ensayo sobre la población (1798), vaticinó, haciendo uso de una sencilla ecuación, que la felicidad y la igualdad entre los hombres era muy improbable que se alcanzara algún día, pues los recursos alimenticios crecen de forma aritmética, mientras que la población lo hace de manera exponencial. El primer sorprendido por aquel ensayo fue el padre del escritor, Daniel Malthus, que no sólo era amigo de Hume, sino también un entusiasta y devoto seguidor de Jean-Jacques Rousseau, hasta el extremo que en una ocasión declaró con orgullo y satisfacción: 'Si alguna vez se me conoce, será por el título de amigo de Rousseau'. Poco podía imaginar el buen Dan que, en realidad, sería conocido por ser 'el padre' del peor enemigo intelectual de las ideas sociales de Rousseau, el padre de aquél osado y descerebrado ensayista (su hijo Bob) que sacó de quicio a centenares de filósofos y escritores de principios del siglo XIX. Hasta el extremo que Tolstoi calificó a Malthus de 'mediocridad maliciosa' y Coleridge escribió indignado: 'Declaro solemnemente que no creo que de todas las herejías y sectas y facciones que pueda haber engendrado la ignorancia, debilidad y maldad humanas fueran, todas reunidas, tan ignominiosas para el hombre en cuanto cristiano, filósofo, gobernante o ciudadano, como esta abominable doctrina'.

Convendrán que la declaración de Coleridge es tan solemne (y para nosotros, ahora, divertida) como gratuita y periclitada. En realidad, Malthus tan sólo predijo lo que hoy en día es de una evidencia incuestionable: la enorme dificultad -por no decir imposibilidad- de superar las desigualdades humanas. Como señalaba su biógrafo, Thomas Malthus siguiendo un razonamiento matemático encontró la 'clave' de la miseria humana: 'La causa a la que aludo', escribía Malthus, 'es la tendencia constante que se manifiesta en todos los seres vivos a multiplicarse más de lo que permiten los medios de subsistencia a su alcance... La naturaleza ha repartido con mano liberal los gérmenes de la vida en los dos reinos, pero ha sido avara en cuanto espacio y alimento'.

No obstante, Malthus se equivocaba cuando afirmaba que la naturaleza repartiese 'con mano liberal los gérmenes de la vida'.

En realidad, la naturaleza es avara en todo. La naturaleza -'la escalofriante naturaleza', que escribía Thomas Bernhard- es muy parca en posibilidades y extremadamente conservadora. En el libro de Lynn Margulis y Dorian Sagan ¿Qué es la vida?, en el momento de tratar la fecundación y los 'gérmenes de la vida', se puede leer sobre esta avaricia de la naturaleza: 'El pene masculino es un sistema de entrega de esperma a domicilio. La diferencia entre los numerosos y pequeños espermatozoides en comparación con las pocas y grandes células huevo de las hembras fue el comienzo de una asimetría evolutiva que hoy se extiende a los dominios del debate político, sociolingüístico y psicológico'. Un solo óvulo femenino cuenta pues con millones de candidatos masculinos, y según Margulis y Sagan, la competencia entre ellos es el origen de gran número de conflictos en la naturaleza, incluida la especie humana. En este sentido, Margulis y Sagan proponían que la mejor explicación del gran promedio de tamaño del pene humano (de 13 centímetros a 16, en comparación con los ocho en el caso de los chimpancés y cuatro de los gorilas) era que la mayor longitud del pene permite depositar el esperma más cerca de los óvulos. Según especulan algunos evolucionistas, entre las especies que poseen hembras que se aparean con varios machos, aquél que presenta un pene de mayor tamaño, tiene unas más altas posibilidades de éxito. De este modo, el tamaño del pene humano alude a los orígenes promiscuos de nuestra especie, mientras que los cuatro centímetros del gorila -¡en individuos de dos metros de altura y 180 kg de peso!- son una evidencia más de su organización social, donde un macho dominante copula con su pequeño y exclusivísimo grupo de hembras.

Por todo ello, el reciente estudio de la Asociación Española de Andrología que ha establecido en 13,58 cm la longitud media del pene de los españoles, es mucho más sugerente de lo que hasta el momento han resaltado los medios de comunicación. Los centímetros están relacionados con el éxito reproductivo y al mismo tiempo con la fidelidad, por lo que la escabrosa cuestión del tamaño no es un tema nada baladí... ¡Sobre todo, digo yo, en el país de Don Juan! Al fin y al cabo, las matemáticas lo explican todo, o casi todo. Ya lo advirtió Louis-Ferdinand Céline, en su Voyage au bout de la nuit: 'Entre el pene y la matemática (...) nada existe. ¡Nada! Es el vacío'. Y afirmaría que tiene razón. Claro que sin duda a algunos les parecerá una abominable doctrina.

Martí Domínguez es escritor.

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