La fotógrafa Gabriela Grech muestra en Vitoria sus autorretratos tomados en el descenso al río Eo

Gabriela Grech descendió en unos días de 1994 el río Eo, que hace de frontera natural entre Galicia y Asturias. Seis años después, presenta en Vitoria parte de las imágenes que se hizo a sí misma en aquellas jornadas de excursión en las que se entremezclaba el agua del río, el paisaje de las riberas y su propio sudor. Son dos series de instantáneas, una tomada bajo el agua del propio río, y la otra, a lo largo del recorrido, huella del paseo de Gabriela Grech. La exposición, titulada Agua, se inaugura hoy en el Archivo del Territorio Histórico de Álava.

Gabriela Grech (Madrid, 1961), comenzó en 1993 a especializarse en el retrato fotográfico. Y qué mejor para iniciar su andadura creadora que la representación de sí misma. De este modo, aprovechó una caminata campestre a lo largo del cauce del río Eo, en busca del mar Cantábrico, para preparar las imágenes de Agua, expresión gráfica de una experiencia vital sobre y bajo el agua.

Ahora, parte de aquella colección llega a Vitoria en dos series bien diferenciadas: por un lado, ocho grandes imágenes, que llevan el título de Autorretrato y que muestran la relación de la autora con su propia presencia, aunque de manera difusa.

En estas creaciones tiene más importancia el fluido acuático, de tal modo que el resultado ofrece connotaciones sobre todo líricas, incluso dramáticas, si se puede calificar así las reacciones de cualquier ser humano ante una experiencia en un medio agresivo para la supervivencia como es el agua.

El cansancio

Otro cariz toman los autorretratos realizados a pie de camino, a lo largo del recorrido que llevó a Gabriela Grech a lo largo del cauce del río Eo. Aquí, la mirada que la fotógrafa madrileña ha rescatado de sí misma es más reflexiva, buscando directamente el objetivo de la cámara de manera frontal, para dejar constancia del sufrimiento y el goce del camino.

Las fotografías no tienen aparentemente contexto: todo es rostro. Pero las marcas de ese sufrir, la luz natural que alegra o entristece una mirada siempre fatigada, e incluso la presencia de alguna ropa, como una cinta de pelo o un chubasquero, sirven para ubicar al espectador en el punto imaginario del paseo en que se tomó la instantánea. Esta última serie, también de ocho imágenes, lleva el título de Memoria de mis pasos, y está cedida para esta exposición por la Consejería de Cultura de la Comunidad de Madrid.

En las dos colecciones, Gabriela Grech ha colocado sus fotografías sobre unos bastidores pintados de negro, con un pequeño espacio entre la imagen y el marco, para darle un aire de flotación al retrato que también está presente en otras aportaciones de aquella excursión que no han llegado a Vitoria, pero que sí se presentan en el pequeño catálogo que acompaña la muestra. En cuatro piezas de la subserie Imágenes de una confusión se ofrece una tercera perspectiva de los autorretratos en el Eo, consistente en la confusión de las imágenes del río y sus riberas con las del propio rostro de la autora.

La exposición se clausura el próximo 25 de marzo.